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La oscuridad se veía a lo lejos y el entusiasmo inicial se acrecentaba a cada segundo, la brisa rozaba la piel y esa sensación inexplicable que te hace sentir la presencia del mar empezaba a aflorar. De un salto traspasamos el muro que nos separaba del malecón y caminamos hasta el borde del precipicio.
La sensación: Brutal. Una vista mágica que era envuelta de misterio por la oscuridad de la noche y, a lo lejos las luces de Larcomar hacia pensar estar viendo una ciudad lejana desde algún punto desolado fuera de Lima. Ni siquiera el penoso colector que desemboca en San miguel (y que era camuflado, felizmente, por la oscuridad) arruinaba la escena.
Decidí, pues, acercarme un poco más al borde para contemplar el estrellar de las olas sobre la orilla cuando de pronto una imagen capturó mi atención. Una niña de vestido blanco brillante caminaba al borde de la orilla con la vista fija en el horizonte. Sus pies aunque hacían contacto con el agua no llegaban a mojarse. Finalmente su cabello, que junto a la brisa del mar interpretaban una danza mágica al compás de las olas. A pesar de la distancia que nos separaba pude ver claramente su rostro, se me hacía familiar. Busqué en mis pensamientos tratando de recordar a aquella niña que de pronto se detuvo y dirigió su mirada hacia el punto donde me encontraba.
De pronto lo recordé. En un sueño, una niña caminaba delante mío y una mujer que llevaba del brazo. No cabía duda, la niña que ahora se paraba a orillas del mar y me miraba fijamente, era la pequeña que en aquel sueño era mi hija. Pero… ¿Porqué razón se presentaba ante mí?, ¿qué significaba su presencia en ese lugar, en ese momento? La niña me continuaba mirando serenamente, sonriente como si esperara que hiciese algo. De pronto volvió la mirada al mar se sentó en la orilla y poco a poco su imagen fue desvaneciendo.
Volví en mí y mis amigos continuaban en su charla, ninguno parecía haberse percatado de la presencia de aquella niña y, es más, lo que a mí me pareció un tiempo prolongado, en realidad habían sido tan sólo unos pocos segundos. La cerveza se acabó y todos tomamos el camino de vuelta conversando de las mismas trivialidades iníciales.
Una vez echado en mi cama se me vino a la mente (una vez más) la imagen de aquella niña. Recordé esa sonrisa y esa mirada que, por un instante, me brindaron paz… Paz. Desde que me recordaron el tema de que no he tenido enamorada no dejaba de hacer incontables interrogantes respecto a ello (por momentos incluso temía que me preocupara demasiado por ello) y, ahora, luego de recordar aquella mirada lo entendí todo. La presencia de mi hija fue para brindarme paz, tomar las cosas con calma y recordar mi real objetivo: simplemente amar.
4 comentarios:
Si un pequeño vistazo de tu hija te dio tremenda serenidad, imaginate ver su sonrisa todos los días. Espectacular.
Lindooo nombre!!!
Mi Madre se llama asi y en mi, mas que una posibilidad es un hecho que mi hija se llame asi.
Imaginate el dia en que veas el rostro inocente de tu hija recien nacida, esa si sera un paz y una serenidad, acompañada de felicidad inmesurable.
Gracias por visitar mi blog!
Me gusto el tuyo.
Mabel, bonito nombre para aquel ser que encandile nuetros dias uno tras otro. "suerte la tuya de tan hermosa vision".
WoW! de hecho debe ser una sensacion unica poder apreciar el mar de noche y sentir la brisa helada en tu cuerpo ...eso si que desconecta con toda la trivialidad que nos rodea. Es muy tierno al mencionar a la niña y relacionarla con tu futura hija Mabel y todo lo que pudiste sentir con una mirada.
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