viernes, 1 de agosto de 2008

Con Sabor Nacional

Hoy primero de agosto, parado a las afueras del Jorge Chávez. Es rara la sensación que se experimenta al al volver, luego de siete años, al país que te vio nacer.

Estuve todo es tiempo en Madrid (España); las razones de mi partida, las comunes: dinero, mejora calidad de vida. Pero luego de todo este tiempo, y despues de escuchar las últimas líneas de "cuando pienses en volver" (canción de Pedro Suarez-vertiz) me di cuenta que todo lo puedo lograr aquí.

Había planeado llegar para pasar el 28 y 29 pero razones de mal tiempo se suspendió el vuelo y tube que esperar. Pero bueno, ya estoy aquí y, ya que quiero darles la sorpresa a mis familiares (razón por la cual nadie vino a recogerme), tendré que ir por mi cuenta ha casa (espero recordar el camino). ¿Taxis?, por supuesto que ¡no!. Yo quiero sentir esa sensación al subir al transporte público: las coaster, las combis y esos buses tan antiguos que sólo aquí los dejan circular aún.

Son las 7 a.m., a buscar esos típicos caldos de gallina que tanto extraño, esos que antaño me tomaba luego de alguna fiesta. Lugar más cercano, loa huecos de la Av. La Marina.


-"Seño" un caldo de gallina.

-Hay de 2 soles, que es sin presa, y el de 3 soles, con presa y su "yapita" más de caldo.

-Ya pues,uno de 2 pero bien servido, que paresca de 3.

-Ja ja ja.

-Ja ja. La de 3 esta bien "seño".


Eso es algo que también extrañaba. La criollada, esa típica conversación limeña en donde siempre fluye una carcajada por lo menos, es cómo si nos conociéramos de por vida cuando la verdad es que es la primera vez que veo a esta señora regordeta tan amable y con el sudor en la frente por estar todo el tiempo de aquí para allá atendiendo su local.
El local, un establecimiento promedio (por lo que recuerdo): calendarios de vedettes promocionando alguna cerveza, pequeño pero acogedor y el olor de la comida que se esparce por todo el local. Tal cómo lo recuerdo.

Terminado el caldito (cosa típica también: el usar los diminutivos)a enrrumbarme a casa. Lugar: Palmeras, Los Olivos. Ya que estoy por la Av. La Marina creo que caminare un poco para ir por la Av. Universitaria.
A cada paso veo a las señoras que venden golosinas, sentadas en la vereda, con sus bebes en brazos. Esta no es una de las cosas que extrañaba, pero a la vez me sentiría raro no ver estos paisajes en las calles de mi tan querida Lima. Tal cómo lo recuerdo.

Subo a un bus grande, blanco con un letrero lateral que dice "daewo".
Al rato sube un personaje desaliñado, algo sucio y flaco que comienza a hablar: "Señores, señoritas, damas, caballeros, jóvenes. Perdone que interrumpa su tranquilo viaje, soy un joven que recién salgo de la cárcel y me estoy tratando de ganar la vida honradamente porque no quiero estar en una esquina jaloneando carteras. Como sabrán no es fácil conseguir un trabajo para alguien que ha estado preso. Por eso hoy, padre, madre; vengo a ofrecerte estos ricos productos golosinarios de la marca **********, espero no me des la espalda. Una moneda no me va a hacer rico a mí (notar la redundancia), ni a pobre. Gracias de antemano, que tengas un bonito día y que Dios te bendiga". Tal como lo recuerdo.

Compro algunos caramelos, siempre lo he hecho, pues pienso que me pueden hacer algo si no les compro por lo menos uno.
El bus sigue su camino y se demora en los desvíos en la Av. Venezuela y Colonial. Llegando ya a la Av. Perú, por el puente, me percato de otro personaje tan extrañado por mí.
Este tenía el cabello desordenado, caminaba con la cabeza gacha, sin rumbo. Recogía todas las bolsas que se encontraba en el camino y a pesar de todo ello las personas alrededor no parecían notarlo, ya estaban acostumbradas y no tenían la curiosidad de verlo como me ocurría a mí.
En el acto tenía un nombre: "el loco de la bolsa". Esta acción de ponerle nombre a los locos que veía en las calles es de mi niñes cuando, con mis hermanos, empezabamos a "bautizar" a todo loco que veíamos (y cómo habran podido notar yo no era el más creativo). Y, bueno los locos siempre han estado ahí presentes en cada lugar de Lima por el que pasaba. Tal como lo recuerdo.
Al fin. Ya en la puerta de mi casa, la emoción que me inunda es inmensa. Toco la puerta y la que abre la puerta es mi hija... Mi hija, una señorita de doce años ya, la abrazo y luego en la sala me encuentro con toda mi familia que me rezondra por no haber mencionado de mi llegada, pero con el cariño de siempre. Tal cómo recuerdo.

Mi familia me bombardea con las preguntas típicas que se le hacen a un recién llegado: ¿cómo te fue?, ¿cómo es la vida por allá?, ¿trajiste regalos? (jaja), y bueno un largo etcétera. Para tratar de tomar un poco de aire les digo que saldré a traer una gaseosa. Al salir varios recuerdos de mi barrio pasan por mi mente. Recuerdos de niñez, juventud... Toda mi vida en sí.
Llego a la tienda compro la gaseosa y me dirijo a mi casa mientras los recuerdos aun se pasean por mente.
De repente siento que un brazo bordea mi cuello mientras manos urgan en mis bolsillos. Sin darme cuenta estoy sentado en la cera y los sujetos que que me robaron se iban corriendo. Sentado, sin más que mi botella pues es lo único que me dejaron los ladrones. Lo único que me quedaba por hacer lo hice. Giré mi cabeza en dirección a los ladrones que se iban y dije: "tal como lo recuerdo".
 


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