lunes, 17 de enero de 2011

carta 3

Querido yo:

¿Ya cuántos vas?, ¿5 años quizás? Lo siento, me es difícil calcular como pasa el tiempo con tanto caos existencial en mí (si aun). Pero quiero dejar eso por un momento a un lado. ¿Sabes porqué? Porque al fin recibí una carta tuya, claro que tan sólo contenía dibujos, aun no debes saber escribir (por eso también calculo tu edad).

Me hiciste recordar aquellos primeros garabatos que con agilidad y poca destreza conjuraba, con lápices de distintos colores que creaban árboles sobre hojas que paradójicamente estaban ahí por la muerte de los mismos. La mayoría de dibujos constan de personajes de animes por lo que veo, ya recuerdo que odiábamos la poca maleabilidad de los “recortables” de figuras de acción por lo que con eso empezamos nuestros quehaceres “artísticos” (y lo pongo en comillas debido al poco éxito que teníamos en esos primeros intentos. No desesperes, con el tiempo mejorarás en algo esos mamarrachos)

En este punto tu memoria ya debe empezar a funcionar con mayor actividad. Trata de explotarla, te aseguro que cada segundo que pases en tu vida te servirá de experiencia para el futuro. Y piensa bastante cuando estés por tomar una decisión, no tendrás muchas, a esa edad pero créeme que es un consejo importante, me tomo bastante tiempo entenderlo y aunque me hace más complicadas las cosas creo que los resultados son los más apropiados.

Esta vez no te estoy contando mucho de mi como habrás notado porque aun me quedan muchas cosas por resolver, ya a la postre te enterarás o vivirás (eso si o si).

Ultimas recomendaciones: Pues nada aun estas casi atado de pies y manos por ser el menor de cuatro hermanos eres el relegado a jugar con los mayores pues te puedes lastimar como dice mamá. Las horas que pasarás en misa serán las más tediosas pero míralo de este lado, son el entrenamiento para soportar los profesores aburridos en la escuela y en la Universidad (se lo se, lastimosamente nos tocaron padres evangelicosapostolicoscatolicoromanos pero bueno que se le hace…

Atte.

S.G. (tu)

viernes, 7 de enero de 2011

Guillermo y el monstruo del armario


De niño Guillermo había escuchado esa leyenda del monstruo que sale por las noches del armario. Y desde la primera vez que la oyó siempre estuvo deseoso de conocerlo, pues el no era un niño normal. A el en, vez de temer, esas cosas le encantaban.
Un caso muy especial fue el día que desapareció desde la mañana y no volvió a su casa pasado el atardecer de la mano de un viejo recolector de basura. Este les conto a sus padres que el niño lo detuvo para preguntarle si el era “el viejo del costal” y pedirle que por favor lo llevara a su casa porque quería conocer el lugar, y como ya había escuchado que un niño estaba preguntando desde la mañana a varios recicladores, le dijo que si el era el personaje en cuestión, lo llevo a su casa para satisfacer su curiosidad luego lo trajo con sus padres. Los padres de Guillermo, que lo habían estado buscando toda la tarde, agradecieron al buen hombre y por enésima vez advirtieron a Guillermo, que debía dejar de hacer esas cosas.
Pero esa no fue la única vez que desapareció.
En el parque de las leyendas, lo anduvieron buscando hasta hallarlo en el corral de los conejos, pues quería cerciorarse de si ahí se encontraba el conejo de pascua o no. Otra vez se llevo a uno de sus amigos para buscar al duende y la olla de oro al final del arco iris, pero como no sabían cual era el inicio ambos irían en direcciones opuestas, claro que esa aventura no duró mucho pues al rato el arco iris desapareció.
Muchas aventuras pasaron en la niñez de Guillermo, mas el misterio del monstruo en el armario nunca lo pudo resolver.
Al pasar los años Guillermo se fue olvidando de sus aventuras y volviéndose “un muchacho de bien para la sociedad”. Estudiaba, empezaba a trabajar y ayudaba con los deberes en casa.
Pero una noche (porque siempre llegan las noches en los cuentos también) alguien lo despertó. Era verde, de cabeza ovalada y su cuerpo estaba lleno de pelos. –Hola le dijo disculpa la demora, yo soy el monstruo de tu armario. No vine antes porque me distraía haciendo otras cosas que los demás decían que eran tonterías pero no me importaba, porque me sentía bien haciéndolas. Peor ya estoy aquí para recuperar el tiempo perdido.
Guillermo se dio cuenta que al igual que el en los primeros años su monstruo sólo quería divertirse y no seguir los pasos que los demás dicen que debes de seguir.
Desde entonces antes de dormir se queda unas horas con el monstruo comiendo algunas galletas y jugando play.
 


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