viernes, 27 de marzo de 2009

llanto de un periodista

Me llamo Ricardo Estrada. Tengo treinta y siete años de edad, trece de los cuales las eh pasado registrando a través de mi cámara fotográfica: asesinatos, atropellos, suicidios, y distintos hechos vinculados a estos temas. Pues eso es lo que conlleva el ser fotógrafo de la sección de policiales de una de las cadenas de periódicos de más circulación en el país. El trabajo no es tan sencillo como muchos creen. Es decir, la mayoría piensa que tan solo se va, se toman las fotos y listo, pero no. Nuestra labor consiste en sacar la imagen que cause más impacto y si eso no se consigue en la misma escena pues el otro recurso es hablar con algún familiar de la victima, trabajarlo emocionalmente, hacer que llore, que se sienta impotente, y en ese momento captura esa sensación a través del lente. Suena cruel y deshumano, si, pero, acéptenlo, todas las personas en el fondo, eh inconscientemente, buscan este tipo de imágenes entre las hojas de los diarios.

Hoy es uno más de esos días, recorro junto al reportero de la nota y al chofer del auto las calles de Lima. El chofer un viejo que trabaja para el diario desde hace años. El reportero. Su nombre es Gustavo. Un chico de veintiocho años. Entro como practicante hace cinco años y luego de un tiempo se ganó la confianza como para poder actuar individualmente y con quien poco a poco nos hemos vuelto buenos compañeros, la pasamos bien conversando durante los viajes en el auto. Una vez llegados al lugar del hecho, cada uno sabe cual es su función. El reportero va con los oficiales para recoger los datos de mayor relevancia, mientras que yo me escabullo para acercarme al cadáver mover los periódicos o el plástico que lo cubran para poder tomar la imagen de mayor impacto. Luego ambos nos encontramos con la familia de la víctima y, mientras el los trabaja emocionalmente, yo captura cada uno de sus gestos, las primeras lágrimas, y si tenemos algo de suerte alguno se desmallará.

(Llamada telefónica)

-Aló,…si… y ¿dónde es esto?... aja,… oh, ya veo,… entiendo… Ok, estamos en camino.

Al parecer hoy cambiará un poco la rutina habitual.

-¿Era el jefe? – preguntó Gustavo.

-Pues sí. Choque múltiple en la av. Javier Prado. Tres muertos esta vez.

-Ja, al parecer hoy tendremos más trabajo.

Diez minutos luego de recibida la llamada llegamos a la escena del choque. Los bomberos aun estaban cortando los fierros de las combis que habían colapsado para poder retirar los cuerpos y salvar a algunos sobrevivientes. Disparo unos flashes rápidos a estas escenas a la espera de que ocurra lo que esta previsto se convertiría en primera plana del diario al día siguiente. Gustavo se acerca hacia donde se encuentran los oficiales para enterarse de los nombres de los fallecidos y en esta ocasión voy tras el. El oficial da los nombres y el momento esperado llega. Gustavo se queda paralizado unos segundos y luego corre hasta donde están los cuerpos de los fallecidos en el accidente. Destapa el cuerpo de uno de ellos y, en ese instante, rompe en llanto. El cuerpo de su hermano mayor yace inerte sobre el pavimento.

Las imágenes son el sueño de todo fotógrafo de policiales, así que es el momento de cumplir con mi trabajo.

La portada del día siguiente del diario se titula “llanto de un periodista”. La imagen: una donde Gustavo, manchado por la sangre de su hermano, se aferraba al cuerpo de éste, mientras dos bomberos trataban de alejarlo para calmarlo. Al interior del diario hay un extenso artículo donde se relata una crónica sobre el hecho y dando el más sentido pésame “a uno de nuestros más leales colaboradores” (citando un fragmento de un párrafo del artículo), pero obviamente no fue sólo un pésame. Fue una estrategia bien pensada por el director del diario desde el momento en que recibí la llamada, las indicaciones ya estaban dadas y este era el propósito final.

Luego de esto a Gustavo no se le vio por el diario. Lo último que supe de el fue que entro en un diario pequeño y ahora cumple pequeños recados para este.

¿Yo? Por lo pronto sigo en el diario con la misma función. Ahora al lado de un nuevo practicante a quien aun se le esta enseñando todas las mañas de este oficio. ¿Si me sentí mal por hacer eso a mi ex compañero? Pues… la verdad no.

viernes, 13 de marzo de 2009

final bajo el puente

Allá por los años 30, un hecho nunca antes visto en las calles de la Lima de entonces horripiló a los ciudadanos.

Al hotel Comercio, ubicado en la esquina del Jirón Carabaya con el Jirón Ancash (al lado de palacio de gobierno), habían llegado dos españoles Marcelo Ortiz y Sergio Gallegos, prósperos empresarios de aquel entonces que habían llegado a Lima en busca de pasar una temporada de excesos entre alcohol, drogas y prostitutas; disfrutando de las ganancias obtenidas por sus empresas. Tentados, además, por una por un posible negocio en la Lima de antaño que, para los empresarios españoles, se había convertido en toda una mina de oro.

El lugar escogido para pasar su temporada por Lima no podía haber sido mejor. El centro agrupaba a los empresarios de mayor éxito. Nobles paseaban por el Jirón de la Unión y las dos plazas que este une, eran los mejores contactos que podían hacer para incrementar, aun más, sus, ya de por si, abundantes bolsillos. También era un punto estratégico para disfrutar en grande pues aquí se agrupaban los mejores bares, puntos para encontrar a las mejores damas de compañía limeñas, que estaban listas para abalanzarse sobre sus gordas billeteras, ofreciendo a cambio su bella presencia y sus más exquisitos sabores.

Partieron, entonces, a recorrer cada una de las calles. Entraron a bares. Se hacían amigos de los señorones que frecuentaban los locales. Tomaban unos tragos. Cerraban algún trato y se iban. Por las noches frecuentaban los burdeles más prestigiosos de la ciudad, pagando altas sumas de dinero por la compañía de las más lindas chicas que laboraban en dichos lugares. Y, bueno su vida se había convertido en eso. Conversaciones y tratos con otros empresarios de día. Alcohol, drogas y putas en las noches, durante las cuales se producían los más grandes despilfarros de dinero. Pero, bueno, el dinero no era problema para ellos. Las empresas que manejaban les daban la suficiente solvencia como para no tener que preocuparse por lo que gastaban. Pero la ambición por querer obtener más y más es mayor que todo y eso les hace salir a buscar potenciales empresarios con los cuales cerrar nuevos tratos que les permitan obtener más ganancias y incrementar su ya, de por sí, abultada cuenta, y también esta ambición fue la causal de la ruptura de la amistad. De hecho la ambición se había estado apoderando de Sergio desde hace mucho antes de llegar a Lima, y ya había empezado a mover las fichas para quitar a su amigo y socio toda potestad sobre los bienes que ambos administraban para que el pueda quedar legalmente con todo lo que poseían y acusarle de malversación de fondos, llevándolo con esto tras rejas para siempre.

Paradójicamente, Marcelo, esa noche, le propuso celebrar por sus grandes éxitos dejando las putas y drogas de lado por esa noche, y simplemente emborracharse y conversar en el bar que se ubicaba debajo del hotel. El bar “Cordano”.

Bar visitado por empresarios y políticos, que no estaba preparado para los hechos que sucederían esa noche. Pero ni el bar “Cordano” ni el hotel “Comercio” estaban preparados para los hechos que acontecerían esa noche.

Marcelo y Sergio bajaron al bar y empezaron con lo que se convertirían en rondas y rondas entre piscos y cigarrillos, conversando de sus inicios, anécdotas y vanagloriándose de los éxitos conseguidos y burlándose de los otros empresarios que habían dejado en ruinas al abrirse camino en sus negocios, esos empresarios que ellos solamente veían como estorbos. Estorbo, en ese momento eso es lo que era Marcelo para Sergio, un estorbo más, el cual era cuestión de tiempo para que todas las empresas quedaran en su posesión y Sergio quede en prisión gracias a sus artimañas.

Eran las tres de la mañana y el local ya cerraba sus puertas. Los dos subieron a sus respectivas habitaciones. A la hora de esto Sergio despertó. Escucho un ruido por los pasadizos del hotel. Se levanto de su cama, abrió la puerta y vio el pasadizo completamente vacio. Regreso a su cama. Un rato después alguien golpeo a su puerta.

-Sergio, ¿estas despierto? –preguntó Marcelo tras la puerta.

-Pasa la puerta está abierta. ¿Qué quieres?, son casi las cinco de la mañana.

-Tenía que hablar contigo sobre algo. Eh estado pensando y creo que sería buena idea
separarnos y empezar a caminar por nuestro lado. Cada uno con nuestras propias ganancias y aventurarnos en nuevos negocios individualmente.

-De hecho, yo también eh estado pensando en lo mismo...

Mientras decía esto, Sergio levantó los ojos y vio como un hacha se dirigía hacia su cráneo.

-Pero luego pensé, ¿y porqué dividir los bienes si puedo tenerlo todo? –dijo Marcelo, mientras hundía una y otra vez el hacha en la cabeza de su compañero- de hecho yo eh hecho más para sacar a flote todos los negocios, tu sólo fuiste un costal con el que tenia que cargar por “amistad”. Pero sabes ya me canse de todo.

Luego de varios golpes con el hacha secciono en partes a Sergio, las metió dentro de un costal. Como aun era temprano y las calles de Lima estaban vacías y la densa neblina daba el camuflaje perfecto, Marcelo corrió por las calles llevando el costal los restos de su amigo. Paso por las barras que separaban al río Rímac, caminó hasta la orilla y arrojó los restos de su amigo. Marcelo calló sentado a las orillas y empezó a reír.

Años después un viejo que frecuentaba el bar “Cordano” contaba la historia de los dos empresarios españoles, que un día llegaron a Lima en busca de placer y mayor éxito en negocios pero una mañana aparecieron muertos. Uno a las orillas del Rímac, muerto de un balazo. Las investigaciones de la policía indican suicidio. El otro, varios metros más allá, enredado entre los arbustos dentro de un costal. Asesinado y cortado en partes. Y cerraba la historia diciendo que por fin Lima podía jactarse de “esos crímenes horripilantes y sabios que son moneda corriente en Londres, Nueva York, Berlín o Chicago”.

PD: Cuento inspirado en el asesinato real de Marcelino Domínguez a manos de su socio Genaro Ortiz. Mencionado en el libro de Rafo León. “Lima Bizarra”
 


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