martes, 29 de marzo de 2011

Dentista

Era un día de verano hermoso; pero en casa, un niño despertaba quejumbroso. Era el pequeño niño Diego; al que todos conocían, por ser un niño bueno.

“Mamá, mamá” grito por el pasillo; y mamá se pregunto “¿porqué hará tanto ruido?”

Lo que sucedía era que el pequeño sufría; por un fuerte dolor en las encías. Su madre, tomando su mano; lo conduce de inmediato al auto. “Te voy a llevar al dentista” le dice; y provoca en él, que los pelos se le ericen.

Camino a la clínica la madre sintió, que en el pequeño un temor surgió. “No temas”, le dijo con calma; “eso que dicen de los dentistas son puras patrañas”.

Entraron al consultorio y esperaron sentados; mientras niños temblorosos salían asustados. Cada uno con ojos llorosos y una mano en la mejilla; y Diego por cada niño que salía se aferraba más a su silla.

El reloj avanzaba y Diego presentía lo que le esperaba.

“Niño Diego”, llamó la enfermera; “el doctor ya lo espera.

Mamá le da una palmadita y le hace un gesto de ánimo; Diego avanza lento, le van temblando las manos. El doctor le da la bienvenida; y lo sienta en una cómoda silla. “No esta tan mal”, piensa Diego; hasta que ve sobre una mesa un platillo. El platillo tenía: bisturís, taladro, tijeras, alicates; “el doctor de verdad quiere torturarme”.

El dentista se acerco sigiloso, y le susurra muy lentamente.

-“¿Me temes pequeño?..., ¿te causo mucho miedo?; no te culpo por eso, ya me acostumbre a generar ese sentimiento. Soy el terror de muchos niños, y de algunos adultos también...

-Y ¿no le incomoda eso?

-¿Incomodarme porqué?, ¿cuándo alguien se ha incomodado por poder?, porque eso es lo que es, ¡poder! Tener a todos a tu merced; de dolor hacerlos retorcer…

Mientras el señor narraba su dicha, los ojos de Diego brillaban cual chispa; estaban generando una admiración grande; que jamás había sentido por nada ni nadie.

Al salir del cuarto Diego tenía el semblante cambiado; en sus ojos se se le notaba incluso algo alterado. Una sonrisa tímida y tenebrosa se dibujaba en su cara; demostrando así una inocencia extraviada.

-¿Cómo te fue?- le pregunta su madre

-Muy bien. Es más, ya se que quiero ser de grande.

 


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