viernes, 13 de noviembre de 2009

Mi abuelito es un florero

Hay mi abuelito, quien lo viera y quien lo vio un galante caballero de la vieja escuela, buen mozo, como diría mi mamama, y “jilerito” como pocos. Un florero de aquellos. Un gran tipo mi abuelito, y trabajador de sol y sombra. Toda su vida la dedicó, hasta que paso su herencia a mi padre y a mí, a la confección de floreros de cerámica de la más alta belleza, y gracias a los cuales se había ganado la admiración en todo el pueblo y las miradas coquetas de las muchachitas de su época no podían faltar pues esos de que sus manos hacían maravillas había salido de contexto. Pues deberán saber que en sus años mozos mi abuelito fue un galanazo y eso nadie se lo puede quitar.
Y si, “fue”, pues la semana pasada dio ya su último suspiro el pobre de mi abuelo, que me decía siempre muchacho debes marcar a cada chica que te guste, mírale a los ojos, ve a ganar, nada de titubeos carajo, eso déjaselos a los maricones de los “pituquitos” que lo tienen todo con su plata pero en cosas de mujeres se orinan, nosotros en cambio sabemos lo que es ganar las cosas con esfuerzo, somos artesanos ¡machos!, como pocos y las mujeres las ganamos, con esfuerzo pero nos las ganamos sino pregúntale a tu abuela, la chola como se me resistía pero yo ahí dale y dale hasta que cayo pues.

Ese abuelo, viviste bastante bien ¿no?, ahora ya puedes descansar en paz en tu vasija de cerámica, ese recipiente que hiciste para que tus cenizas se conserven una vez te hayas ido, odiabas los cementerios.

-Ah no, no, ¡no! A mí a un cementerio no me mandan o vengo por las noches y les jalo las patas van a ver –les decía a mi padre y a mis tíos- un cementerio, ¡va! Luego sacan mi cuerpo para meter en el mismo poso a otro fulano y a mi me botan donde sea, no, no y ¡no!, me queman y mis cenizas aquí mismito.

Y lo que decía mi abuelito se respetaba pues, aún ahora después de muerto.

Pero desde que te fuiste abuelito, las cerámicas ya no me salen tan bien debo confesarte. Y con las muchachas del pueblo ni que decir, todas me ignoran olímpicamente, me faltan tus consejos esos trucos tuyos para seducirlas. ¿Te acuerdas de Mechita?, esa pues la hija del hacendado, la que ya estaba cayendo con el floro que me decías. Pues desde que te fuiste ya no se como acercarme a ella y la muy coqueta ya le esta echando ojos al Pedro Antúnez el de ojitos azules hijito del alcalde, tremendo mariconazo ese…

Hay abuelo ya no se que hacer, por lo menos quiero mejorar mis cerámicos y por eso te llevé al taller como dijo mi mamá: llévate las cenizas del abuelo hijo, para que te inspire en tus trabajos, ya vas a ver.

Te llevé esa misma mañana que mamá me dijo eso, te protegí como lo más sagrado que había, te coloque cerca para que me inspires mientras moldeaba la cerámica y trataba de idear formas para crear una verdadera obra de arte. El cansancio me ganó así que me paré y fui a tomar un vaso de jugo. Al regreso tuve la mala suerte de tropezarme y golpear la mesa donde coloqué el recipiente. Este se volteó y todo su contenido cayó la masa de cerámica que trabajaba.

Las cenizas le dieron un extraño y preciso brillo a la masa de cerámica que en esos momentos, olvidándome de que eras tú quien le daba ese brillo, empecé a moldear para crear al fin una verdadera obra de arte. Y eso fue lo que cree al fin abuelito, un florero bellísimo en tu honor.
Y así, mientras todos piensan que aún te conservas en el recipiente, que ahora tas sólo contiene tierra (y por suerte nadie nunca la abre), contemplan la hermosa brillantes del florero que cree. Yo te conservo como en la inspiración que me diste ese día, y en esa inspiración te rendí el homenaje que te merecías pues decidí conservarte como el eterno “florero” que fuiste.

domingo, 1 de noviembre de 2009

el viejo futbolero (cuando un encuentro ocasiona nada)

El señor “chancalata” es el mecánico del barrio y vive a cuadra y media de la casa de Raúl. Es un viejito borrachín de base cinco aproximadamente, que cada vez que se encuentra con sus amigos o clientes les invita ha echarse unas cervecitas y estos, ni cortos ni perezosos no dudan en sacar los billetes con los que iniciarán la borrachera y en la cual nuestro querido viejito “chancalata” gastará todas sus ganancias de la semana y tendrá que volver a juntar dinero el día siguiente para poder comer.

Pero no nos olvidemos de Raúl. Pues el no es nadie en especial. Un joven de 17 años que estudia para ingresar a la universidad y ser un gran abogado como su padre. –¿O quieres terminar como ese viejito que pasa por la cuadra medio borrachín?- Es la pregunta que le hace su madre cada vez que en el almuerzo familiar alguien saca el tema de “los estudios de Raulito”. A el no le importa mucho la verdad, tan sólo quiere vivir una vida tranquila, sin preocupaciones.

Una mañana de domingo en la cual Raúl llega a la bodega a comprar los respectivos panes y embutidos que saciarán el voraz apetito de su gordo y calvo padre, el pequeño estomago de su madre y los cuales ignorará su hermana por estar a régimen; en esa misma mañana, en ese mismo lugar y en ese mismo instante, mientras en la radio se escuchan los resultados de los partidos de futbol del día anterior –acompañados de los respectivos comentarios de ese periodista que aún no se hace a la idea que el Perú hace mucho dejó de ser un país medianamente importante en el ambiente futbolero- en ese preciso momento hace su aparición nuestro amigo “chancalata” y pidió –“200 gramos de maíz partido por favor, que mis pollos tienen que engordar”.

Ambos cruzaron un saludo algo disforzado y el señor “chancalata”, destilando un olor embriagante a su alrededor, dijo:

-Hay el futbol de ahora, ¿cuánta plata se llevan esos mocosos no?, con eso ya se tienen asegurada la vida carajo!

-Si pues, sería una buena vida esa, así se podría vivir tranquilo- añadió de manera casi instantánea Raúl.

-Si yo hubiese tenido mejor suerte muchacho, ¿tú crees que estaría ahora aquí? –Añadió- pues ¡no! Yo estaría en una casa bonita con mi mujer y ocho hijos. Viviendo bien de todo lo ganado como futbolista. Pues debes saber que yo de joven fui un gran futbolista. Aquí chato y todo flaco como me ves, pucha diablo, yo era el terror entre las defensas de los equipos del de las divisiones menores en mi Chincha natal. Y es más, yo jugué para el equipo de Ica y íbamos con fuerza para luchar la copa Perú, pero nada pues, mi familia se vino a la capital y yo aún atados a ellos tuve que viajar también. Ya a partir de eso ya no tuve más oportunidades de jugar y termine como me vez.

-Y ¿no regreso a su ciudad natal para juntarse con sus antiguos amigos de peloteo? –Pregunto Raúl algo interesado en el relato del curioso personaje con quien erala primera vez que cruzaba más palabras que simplemente “hola” o “buenos días”.

-¡Me llamaron! –Respondió orgulloso- quisieron hacerme un homenaje y todo por lo bueno que fui y todas las alegrías que les di con mis goles a esas personas en aquellos tiempos, pero si iba ¿quién se encargaba de mi negocio?, no pues. Ya a estas alturas de la vida a alguien como yo ya no le queda tiempo para vivir y sólo le queda sobrevivir.

-Bueno maestro, un gusto haberlo escuchado, ya me debo ir con las cosas para el desayuno de mi familia.

Raúl dejó al viejo “chancalata” ahí en la bodega, probablemente aún pensando en sus años de gloria. Mientras se dirigía a su casa pensaba en que sería bonito hacer algo por ese buen hombre como traer el homenaje a Lima con toda su gente.

Pero sabía que hacer eso era imposible para el así que saco un trozo de pan de l bolsa se lo metió a la boca y bostezó pensando en los libros que aún le quedaban por leer.

sábado, 19 de septiembre de 2009

¿Cómo quieres que te cuente?

Bueno como se habrán dado cuenta por estos días no eh posteado ningun cuento nuevo. Esto debido a la falta de tiempo a causa de los trabajos de la Univ. pero ya que ahí tambien tengo proyectos pense en aprovecharlos para colgarlos en el videoblog que manejo con unos amigos (Extravaganzia Producciones) y este humilde blog de cuentos. Si quieren ver más videos medio graciosones clicen el link pues.

Y antes del video una advertencia:

A la audiencia pública fiel del blog:

Extravaganzia Producciones no se responsabiliza por las expresiones que se puedan expresar en el espectador luego de terminado de ver el video. Los aproximadamente diez minnutos siguientes (de los cuales consta el video) van a cuenta del propio espectador y la productora no se responsabiliza por la perdida de tiempo generada.

Al parecer hay problemas con el video pero lo pueden ver en los links indicados. Disculpas por los inconvennientes.

martes, 11 de agosto de 2009

la Chata :)

Desde la mañana todo empezaba a pintar un día negativo, y no sólo el cielo plomo de la lima invernal, que lastimosamente uno ya se acostumbra a ello, sino por la energía y mala vibra que se sentía en el ambiente.

Esperamos por un largo rato la sentencia a modo de venganza de uno de los profesores más odiosos que hemos tenido, pero no me extenderé más en mencionarlo (por lo menos por ahora). El resultado miles de mis compañeros desanimados por reprobar el curso, y yo, pese a haber aprobado (aunque con lo mínimo) estaba influenciado por el ambiente generalizado. Idas y venidas, documentos por aquí y por allá para darle una solución próxima para reabrir el curso y no se retrasen con los cursos.

En fin, terminé con tres amigos sentados en un remodelado bar compañero de antiguas aventuras, y mientras la conversación se iba concentrando en las lamentables notas calificadas con mucho odio por el gordito mencionado líneas anteriores, yo me iba apartando mentalmente recordando a una personita muy especial que en este año apareció en mi vida. Si bien nunca eh tenido la iniciativa de acercármele y hablarle siempre me ah gustado apreciarla ver su belleza y esa luz que transmite (si soy sumamente superficial, por lo menos a primera vista) y más de una vez, miradas tímidas hemos cruzado.
Mientras el alcohol poco a poco se apoderaba de mí y me iba sumergiendo en mis pensamientos decidí que era momento de partir.

Mientras recorría las calles del Jr. Cañete y me acercaba a la Av. Colmena, pese a mi miopía, mis ojos parecen percatarse de la imagen de la chica de mis pensamientos. Ella esta conversando con unas amigas en la esquina del frente y yo, con mi pequeña borrachera a cuestas me debato entre el acercármele o no, y esta vez mis dudas no sólo se basan en la timidez que ella, siento, que tiene o al “roche” que yo pueda sentir, sino a mi presentación en las condiciones en que me encontraba. Con un rápido repaso entre mis pensamientos y sacando una decisión a la volada decido tomar un suspiro de valor y doy mis primeros pasos, pasos que se convierten en los únicos que daré esa tarde.

Un chillido del freno de una combi hace que todos los curiosos giren hacia el lugar de donde proviene el ruido. Mientras me quejo del dolor y el policía de la cuadra empieza una discusión con el chofer y mientras veo algo de sangre en mi pierna izquierda que en ese momento no puedo mover. Mientras giro la cabeza en busca de alguien familiar que pueda darme una mano mi mirada se vuelve a cruzar con la pequeña personita especial que mira la escena, en la que estoy involucrada, entre una expresión de preocupación e inquietud.

En ese momento comprendo sus intenciones de acercárseme y decirme algo o en la medida de lo posible de ayudarme. Sin embargo la indecisión es comprensible, no nos conocemos, nunca hemos hablado y apenas hemos cruzado tímidas miradas. Con un ademán le trato de indicar que se vaya, que todo estará bien. Ella sonríe con timidez y se mantiene de pie en el mismo lugar mientras unos trabajadores del centro de salud de la universidad me están ayudando a levantarme y me conducen al lugar donde me curarán.

Con un último giro de cabeza sonrío le sonrío a ella y ella me devuelve la sonrisa y parte también.

domingo, 28 de junio de 2009

rumbo al cielo

Mi nombre es Alberto Gutiérrez tengo 40 años, llevo una vida dedicada al arte viajando y conociendo gente. No soy muy agraciado que digamos y sin embargo me obsesionan las mujeres bellas. Esta es crónica:

Aeropuerto Jorge Chávez, 2:35 am. Por problemas de clima tengo que esperar una hora más la partida de mi vuelo. Sin embargo una imagen llama mi atención. Una mujer hermosa, probablemente de 20 a 22 años, se siente a mi costado.

Lo eh decidido. Nueva misión: conquista a la chica.

Yo: Bonita noche para viajar (la miro y le sonrío).

Ella: ¿Ah? (me mira un poco sorprendida). No, yo estoy de vuelta, sólo espero a que encuentren mi maleta perdida. Creo que romper el espejo me trajo mala suerte, jeje (gesto de ironía).

Yo: Ja, ¿es supersticiosa?
(…me debe estar bromeando)

Ella: Sólo un poco. Cuando las cosas me salen mal (suspiro de resignación).

Yo: Ja, que graciosa. Y ¿a dónde viajó?

Ella: Argentina. Terminaron mis vacaciones lastimosamente (otro suspiro de resignación).

Yo: Disculpe, creo que le acabo de generar, doblemente, resignación. Pero Argentina es un lugar mágico. Buenos teatros y puedes conseguir buenos libros donde sea.

Ella: Si es verdad, la pasé muy bien (sonríe al fin). ¿Ud. Viaja mucho?

Yo: Vaya hasta que por fin la hago sonreír, je. Si, por trabajo. Para dar conferencias de arte y cosas así.

Ella: ¿A qué se dedica?

Yo: Soy curador.

Ella: Oh ya veo. No se exactamente lo que es pero creo que es una especie de crítico ¿verdad?

Yo: No exactamente, pero en cierto modo tiene alguna relación.

Ella: Debe ser interesante y apasionante tener tantas obras al alcance de la vista.

Yo: Sí, es un total lujo. Justo ahora debo viajar a París para una exposición.

Ella: Vaya, París. La única vez que fui me pareció una hermosa ciudad. Me encantaría volver.

Yo: Pues la verdad a mí también me genera mucha emoción volver a París. Sin embargo (le miro a los ojos) debo confesarle que desde que la vi encontré un motivo por el cual dejar el vuelo.

Ella: Esta diciendo que dejaría a París por mí (se sorprende ante mis palabras).

Yo: Dejaría eso y más tan sólo por saber a que sabes.

Ella: Es usted un atrevido… (Me mira con reprensión) un interesante atrevido (sonríe coqueta)

Yo: Ja, por un momento me asusto. Eso quiere decir que ¿acepta mi invitación? (pregunto con algunas dudas aún)

Ella: Bueno, si usted puede dejar París por mí. No veo porque yo no puedo dejar mi maleta por unos días. Ya volveré otro día. ¿Nos vamos?

Yo: Encantado.

Último reporte. Nueve y cuarentaisiete de la mañana. Misión cumplida.

PD: Como no tenía nada que escribir esta tarea del curso de guiones me cayó a pelo jeje xD

domingo, 7 de junio de 2009

Criticólogos

Extensión de una historia que se me ocurrió para mi curso de "Guiones y Libretos"...

Alfredo y Ernesto, críticos de cine de respetadísimas revistas, salían de la función de las nueve de la noche y se dirigían al restaurante más cercano para intercambiar sus ideas y pareceres con respecto a la denominada película más esperada del año. Ocuparon una mesa cercana a las ventanas que daban a la calle pues a ambos les gustaba mirar las actitudes de las personas que andaban por las calles. Pidieron un par de gaseosas y algunos piqueos. Sacaron ambos un cuadernillo y empezaron a escribir. Al soltar el último el lapicero empezaron a intercambiar opiniones e ideas de lo que les había parecido la película en cuestión. Si bien ambos coincidían en que era una muy buena película no dejaban de buscarle pequeñas fallas que para ellos eran fatales, que un flim que se perfila para el Oscar no se puede dar el lujo de pasar por alto. Básicamente los aspectos en os que hacían mayor hincapié eran en los aspectos técnicos, por el lado de Alfredo quien decía:

-El uso de las luces pudo haber sido mejor. Si te fijas bien el contraste no ayudaba a la carga emocional de la que estaba cargada la escena. Como a un director de tamaña trayectoria pudo escapársele algo así.

Ernesto por su parte no dejaba de mencionar el desenvolvimiento de los actores que, si bien reconocía que habían hecho un buen trabajo, decía:

-A estas alturas de su carrera eso no basta. Un soberbio trabajo, eso es lo que deben hacer en cada una de sus interpretaciones.

Entretanto que seguían en su conversación, un grupo de muchachos entraban al mismo local entre risas y comentarios emocionados. Hablaban coincidentemente de la misma película que en ese momento los críticos empezaban a “golpear”. Se sentaron en una mesa contigua a Ernesto y Alfredo y continuaron su emocionada apreciación de la película.

Ambos críticos los habían visto en la misma función en la que habían visto la película, y callaron intencionalmente para escuchar a los jóvenes hablar y, a modo de burla, reír de lo que los vecinos de mesa comentaban.

-¡Ja! Estos chicos no saben nada de cine. Les pones un par de actores famosos y ya creen que dicha película es lo mejor.


-Si pues, no se ponen a analizar los criterios que hacen bueno a un flim. Seguro que ni siquiera se dieron cuenta que a mitad de la película hubo un descuadre de la imagen en unos centímetros y seguro volverán al mismo cine. Lo que es yo, nuca más. En un buen cine jamás debe haber esas fallas técnicas.

-Bueno ahora que lo mencionas si ¿no?, no me había percatado de eso hasta que lo mencionaste. Creo que estoy un poco como los muchachos estos.

-Si, recuerdas esos tiempos. No nos importaba nada y tan sólo nos sentábamos y reíamos o nos emocionábamos. Tan sólo nos dejábamos llevar por la historia que se contaba.

-Yo ya no recuerdo cual fue la última película que vi de ese modo, sin preocuparme por lo que debía escribir el siguiente día para el diario.

-Ahora que hablamos de eso creo que extraño esos días la verdad.

Ambos quedaron en silencio bebiendo sus gaseosas y mirando sus respectivos blocks de apuntes. Tomaron entonces sus lapiceros y empezaron a escribir.

domingo, 24 de mayo de 2009

Todo vuelve ha empezar

Las semanas posteriores al reencuentro se convirtieron en días entretenidos. La pasábamos de broma en broma pero con una incomodidad interna que ambos sentíamos pero evitábamos demostrar. Aún mantenía un cariño mucho más que amical por ella, lo que ella sentía por mi eso sólo ella lo sabe. Conversábamos, nos jodíamos, coqueteábamos incluso, ella porque es así, no le puedo increpar nada. Y yo, a sabiendas que eso me hacia sentir peor, idiota total, me mantenía ahí.

Por suerte la universidad no se circunscribe a mi salón. En los corredores siempre se encuentran con personas que de un momento a otro pueden cambiar tus emociones y hacer renacer cosas, olvidadas quizá. Una de las tardes, en los corredores de la facultad, cuando me quede haciendo un trabajo conocí a Fernanda. Ya nos habíamos visto anteriormente, pero nunca intercambiamos palabra alguna. Sin embargo ahora la encontraba a ella sola puesto que había llegado tarde a una de sus clases y el profesor no la había dejado entrar. Mi atracción hacia ella y mi extraña caballerosidad (que me hace no dejar a una chica sola, salvo raras excepciones) me dieron las excusas perfectas para acercármele e iniciar, lo que yo pensaba seria una breve charla.

La “pequeña charla” se extendió casi por una hora en la que aproveche para conocerla lo más que podía. Hablábamos acerca de ella, acerca de mí, nos reíamos de algunos profesores que odiábamos y reíamos de algunas bromas totas que, a veces, me suelen ocurrir. La conversación hubiese continuado si su maldito profesor no hubiese salido para por fin dignarse a dejarla pasar. Se despidió a la volada sin antes estamparme un cariñoso beso en la mejilla que me hizo adorarla aun más.

Desde entonces, y aunque por tan sólo breves momentos, siempre intercambiábamos sonrisas y miradas. Esa mirada que me hacía sonrojar y, curiosamente, hacía incomodar a Gabriela cuando se encontraba presente en estas escenas. Si bien continuaba siendo la misma, adorable, fría y calculadora como siempre, la reacción que tubo ante esto fue inesperada para mi sorpresa, quizá esto no lo esperaba (o por lo menos no tan pronto). La coquetería paso a transformarse en seriedad y fastidio en mi contra. Incluso se molestaba conmigo sin razón alguna.

De esto tuvimos que hablar y lo hicimos. Una charla que terminó en besos apasionados pero paradójicamente vacios. Concluimos en que era mejor alejarnos emocionalmente por un tiempo. Los trabajos los haríamos tratando de evitarnos, y cualquier otra cosa que nos juntara la superaríamos evitando a toda costa romper nuestra promesa. Sin embargo en cada encuentro a solas terminábamos quebrantando nuestros propios acuerdos. Caricias y besos sin sentidos manejaban como marionetas cada uno de nuestros movimientos y yo, pese a vera Gabriela frente a mis ojos no podía dejar de pensar en Fernanda. Desde esa primera larga conversación sólo había tenido la oportunidad de cruzar palabras dos veces más y cada una con una cantidad de tiempo menor que la anterior. El tiempo era mi peor enemigo para poder acercármele. Casi nunca coincidíamos en nada y tan sólo atinaba a admirarla de lejos como un ser celestial que a cada paso dejaba un polvo celestial a su alrededor.
Su rostro, sus labios, su mirada. No podía sacarla de mi mente. Me había enamorado. Otra vez…
Continuará...

domingo, 3 de mayo de 2009

reencuentro...

Habían pasado poco más de un mes de ese último catorce que la vi. Desde ese día no nos volvimos a cruzar, quizá por casualidad o simplemente por que en el fondo evitamos cualquier posible encuentro, tontamente por cierto, pues era tan sólo cuestión de tiempo para que nos volviéramos a ver.

De ella sólo sabia de lo que me contaban nuestros amigos en común. Que como estaba por los días en que acabábamos de terminar, que si salía con algún chico, pero sobre todo me interesaba saber lo que decía cuando le preguntaban del porqué terminó nuestra relación. La respuesta más fácil fue la de “mutuo acuerdo” y desviaba el tema. Pero hubo alguien que si supo la verdad. Miriam, su mejor amiga, me encaró luego de que Gabriela le contara lo que ocurrió el día de la separación: ¿Cómo es posible que le hayas hecho eso?, yo pensaba que eras un caballero, etc. Tuve que explicarle mi intención de no venganza, sino, por el contrario, mi deseo de que nuestra separación se ah recordado también como un momento en que disfrutemos los dos. Por suerte, luego me enteré que Gabriela si lo había entendido así.

Pasó poco más de mes y medio y las clases universitarias volvieron a empezar. Hoy sería nuestro primer encuentro después de tiempo y, como para alargar nuestro primer cruce de palabras, opte por ir temprano (recordando que la puntualidad no era una de sus virtudes) para así no convertir a Gabriela en las primeras personas en ver. Ella pensó lo mismo quizá o fue una tremenda coincidencia del destino, el hecho es que al iniciar las escaleras que me llevaban al tercer piso me la encontré, ahí, tan linda como siempre. Nos miramos por un momento sin articular palabra. Ella fue la que inició la conversación, “hola, ¿cómo haz estado?”, me dijo. Yo le respondí algún balbuceo que en sonó coherente y le devolví la pregunta. Seguimos conversando todos los escalones que llevaban al tercer piso (deben saber que en nuestra universidad, nacional, el único ascensor que existe es un proyecto a escala que ni siquiera funciona como debiera).

Todos comentaron un posible reintento de relación pues sin inconscientemente terminamos sentándonos uno detrás del otro. Ella me contaba sus cosas, yo les hacía bromas de lo que oía y también le contaba lo que había hecho desde nuestro alejamiento. Todo volvió a ser como antes, como en el año pasado en que nos conocimos. No, todo no. Sin duda que en el fondo algo, aunque fuera mínimamente, había cambiado. Cada vez que los demás nos miraban sentíamos algo raro, sentíamos que estábamos haciendo algo indebido y empezábamos a disimular. Todo el día nos pasamos en ese plan. En los cambios de curso nos pasábamos desmintiendo rumores de una reconciliación y los más jodidos nos encaraban y decían: “ya pues, déjense de webadas, digan la verdad”.

La verdad era esa, de alguna rara forma habíamos retomado la amistad perdida entre la relación y, por suerte, recuperada mágicamente en nuestro primer día juntos luego de.

Nos despedimos y un alivio tremendo me invadió, no por el hecho de que por fin paso el reencuentro, sino porque terminó de la forma más linda que me haya imaginado. La vi alejarse con Roberto, un nuevo “incauto” que cayo y que le paga todo según me contó.
(continuará...)

viernes, 24 de abril de 2009

rueda monedita

Eran las siete y treinta de la mañana del jueves 23 de abril y Ricardo acababa de levantarse y empezaba a prepararse para ir a clases en la universidad San Marcos. Se duchó, se cambió, tomo su desayuno y, tomando el sencillo que todas las mañanas le deja su padre en la mesa se fue. Pero esta vez una moneda de cincuenta céntimos quedó olvidada en la mesa. La madre de Ricardo vio la moneda olvidada y la agrego en su monedero y partió para comprar las cosas del día al mercado ubicado a unas cuadras de la casa. ¿Cuánto están las zanahorias?, preguntaba. Un sol el kilo, le respondían. ¿Cuánto el tomate?, ahora. Ochenta céntimos para ti caserita. Cincuenta céntimos de zanahoria también por favor. Ahí tiene seño, si tuviera sencillo por favor. Claro aquí tengo cincuenta céntimos. La señora Hortensia guardó la moneda en el mandil y continuó atendiendo.

La señora Hortensia era una Ancashina que venía semanal mente a la capital con nuevos productos que ofrecía a toda su clientela. Pero, como pocas señoras de la sierra, tan sólo tenía un hijo (la mayoría suele tener de cuatro para arriba por lo que eh visto). Este era Julio, muy travieso. Jugaba con las papas desde que vio a unos malabaristas callejeros. Una vez que se cansaba de lanzar las papas al aire se ponía a jugar futbol con la más grande que encontrara. Y, luego del deporte llega el hambre. Era cuando se ponía a masticar lo que encontrara, pero esta manía se le quito cuando, una vez, mordió una cebolla. Desde entonces siempre le pedía a su mamá una moneda (o se la sacar del mandil mientras ella atendía) para comprar alguna golosina.
Curiosamente ese día, al pequeño Julio, le volvió la manía de introducir cosas a la boca. Sacó una moneda del mandil de su madre y se la tragó. Un ataque de tos le produjo inmediatamente el tragarse la moneda y su madre, al verlo así, llamó una moto taxi que andaba cerca, lo introdujo en el y lo llevó a la posta más cercana. Mientras iban en el transporte le iba golpeando la espalda con la esperanza que la moneda fuera expulsada, y, sí, la moneda saltó de la boca del niño y fue a dar a la pista por uno de los innumerables espacios que tiene la moto taxi.

Eran las seis de la tarde y Augusto salía del colegio con un grupo de compañeros y se dirigían a la cancha de fulbito para el acostumbrado partido de fulbito de los jueves. La cancha de fulbito se encontraba a unas cinco cuadras del mercado del barrio y a una de la posta, fue por esa zona donde Augusto, al agachar la cabeza vio una moneda de cincuenta céntimos cubierta de polvo. Augusto la recogió y guardo para apostarla en el partido. Jugaron tres rondas (una para desempatar) y Augusto salió mal herido del último encuentro al recibir una barrida de Oscar y quien, a la postre, se llevaría los cincuenta céntimos de Augusto, pues su equipo ganaría.

Oscar volvió a su casa pero antes de llegar optó por tomarse una gaseosa para calmar la sed que le había generado tan disputado encuentro de fulbito. La opción fue la bodega de doña Lucha. Doña Lucha era la más querida bodeguera de la cuadra, no sólo por su amabilidad, si no por lo rápido que atendía pese a su avanzada edad. Tenía la costumbre de conversar un poco con la clientela que venía a consumir algo ahí, sean niños, jóvenes y adultos, siempre encontraba algún tema de conversación. Doña Lucha recibió los cincuenta céntimos y los guardó en la cajita donde iban las monedas. Conversó un rato con el muchacho hasta que vio a Ricardo caminando en la vereda de enfrente.

¡Ricardo, muchacho!, grito. Ten los cincuenta céntimos que le debo a tu mami, dile que gracias.

Hay seño, me los quedaré nomas. En la mañana me olvide de cincuenta céntimos en la mesa de mi casa y por culta de eso tuve que venir caminando las nueve cuadras que me separan de la avenida, casi me roban por ahí…

Y Ricardo continuó hablando con doña Lucha por un rato más.

viernes, 17 de abril de 2009

el que escucha pero no siente

Sebastián es un chico tranquilo, bastante flojo pero sin llegar a ser un holgazán. En sus dos décadas de vida ha conocido a muchas personas, ha aprendido a reconocer emociones, saber cuando decir algo y cuando callar es, quizá, su mejor cualidad. Por su amabilidad y su saber callar los secretos, sus oídos se volvieron en contenedor de numerosas historias, problemas familiares pero sobre todo problemas del amor. Amigos y amigas han acudido a el para desahogarse y tratar de quitarse un poco de todo el peso que llevan, quizá esperando una respuesta a sus dudas o un consejo para solucionar sus trivialidades, pero ¿cómo esperar consejo sobre el amor de alguien que nunca se ha enamorado?

Las primeras noticias del “amor” le llegaron a los once años, cuando cursaba los últimos años de educación primaria. De hecho desde antes había sentido algo diferente a la amistad hacia alguna que otra amiga de colegio. Desde muy temprana edad había aprendido a admirar la belleza femenina, si mal no recuerdo fueron los ojos de una pequeña dama, Gabriela era su nombre. Esta niña, que había conocido desde los inicios de su etapa escolar, y con quien compartiría los primeros cuatro años de colegio despertó en el sus primeras inquietudes amorosas. La relación con esta infanta quedaría tan sólo en amistad, pues a hasta esa corta edad no alcanzó a obtener el valor para animarse a algo más. Para el quinto año de primaria, por cuestiones académicas, paría de la sección “C” hacia la “D” donde conocería nuevas amigas y un nuevo gusto nacería también. Pero esta vez fue poco menos que un gusto, una atracción rara, indefinible, primera atracción meramente sexual quizá. Pero enamoramiento imposible llamarlo. El último año, como comentaba en esta párrafo conocería, aunque en forma de espectador, la relación de pareja. Dos amigos (ni tanto) se habían convertido en los primeros en pasar la línea de la amistad, claro que al pronto tiempo su experimento-ilusión se acabaría. Así terminaría la educación primaria y llegaría la secundaria.

Desde Gabriela no había esa emoción, esa atracción hacia las chicas, pero con el primer año de secundaría esa emoción sería sobrepasada y por mucho. Kemana, una niña linda, una barbie con quien me encontraría en su nuevo salón. La amistad con ella nació rápido y poco a poco nos compenetramos, el coqueteo en el empezó aquí, y no solo con ella, otras niñas también habían captado su interés, pero no estaba lo suficientemente convencido para empezar nada con alguien. Fueron los últimos años de ese grado escolar cuando por fin supo que Kemana podría volverse en mi primera “señorita enamorada”. Lastimosamente, al año siguiente, Kemana abandonó el colegio pues su familia viajaba a EEUU y nunca más la volvió a ver.

Dos, tres años pasarían y algo curioso ocurriría con Sebastián. Empezaba ha crecer en el una especie de rechazo hacia las relaciones de pareja. Veía como uno a uno, amigos y amigas caían (o eran arrastradas) hacia esta “moda”. Veía también como muchos empezaban renegar de esto. Vio, incluso, muchas lágrimas rodar, “es por amor” oía decir, en mayor parte a amigas suyas. ¿Amor?, ¿de verdad creían que esos juegos de púberes rebeldes, y apenas con una pisca de lucidez que aun esta en nacimiento, representaban el amor? Por su parte, Sebastián, no había sentido una atracción tan fuerte desde Kemana y los últimos años había pasado por algunos gustos que no pasaban de eso. Ya sus labios habían conocido el dulce néctar de una hembra, pero sin la pasión que quisiera experimentar. Los últimos dos años de etapa escolar un nuevo gusto nacería pero, una vez más, sin concretar nada. Los inconvenientes: la presión que sentía de sus compañeros por su falta de amante y, lo que más pesaba en su decisión de no concretar nada, el pronto viaje de la chica.

Había conversado con Luciana muchas veces. Se habían vuelto muy amigos, y en una de estas pláticas ella le contó que partiría del país apenas acabe el colegio y esto lo había desanimado del completo. No le llamaba para nada la atención de la despedida novelesca en la cual se veía involucrado si es que daba el paso. Optó por continuar esa relación de amistad y no más pese a que ya muchos de sus amigos y amigas le habían asegurado que ella también sentía un gusto por Sebastián. Sin embrago ambos continuaron cada uno con su propia historia. Ella empezaría una relación con un chico de la clase iniciando, así, su propio juego de dos. Como ya era costumbre con otras parejas, Sebastián contempló en esta nuevas discusiones y líos, ante los cuales el se hacía de la vista gorda y sólo fungía de confidente de Luciana cuando ella se sentía mal, puesto que, pese a que ambos aún sentían un gusto mutuo, dejaban esto de lado y mantenían su amistad. Nunca ocurrió nada entre ellos. La relación de Luciana terminó y ella partió a EEUU también.

Sebastián veía a muchos otras parejas. Nuevas historias llegaban a sus oídos. Y nada lo hacía entender lo que significaba el amor realmente, ¿o es qué acaso todo eso también involucraba el amor?, ¿conocería alguna vez otro tipo de amor?, ¿sería su primer amor también como lo que ha visto siempre?

De lo vivido en la universidad Sebastián por ahora prefiere callar, pero, en otra oportunidad, quizá lo narrará.

viernes, 10 de abril de 2009

mi pequeño hombrecito

Abría los ojos y la tenue luz de la mañana de otoño se colaba por los pequeños espacios que dejaban descubiertas mis ya gastadas cortinas. Veía la hermosa sonrisa de mamá quien me samaqueaba delicadamente para que me despertara y pudiera salir a tiempo para llegar temprano al “nido”. Mi peinado con raya al costado y mi mandil azul de cuadritos me hacían sentir el más idiota del mundo pese a que, antes de partir, mamá decía que era el hombrecito más lindo del mundo. Caminábamos las dos cuadras que separaban mi casa del local del “nido” y cuando llegábamos veíamos como numerosas madres entraban y salían por la puerta principal. Mamá siempre me dejaba a unos metros de la entrada para evitar recibir los reclamos de la directora por alguna travesura que haya cometido el día anterior. Me daba un beso en la frente y esperaba hasta verme entrar. Mi maestra era encantadora. Siempre nos recibía con una sonrisa y nos entregaba algunos dulces antes de empezar la clase.

Pero dentro de mi mágico mundo infantil, también había espacio para cosas de mayores. Ahí, dentro del salón se encontraba la niña más bonita que jamás había visto, la niña de cabellos ondulados con lazo blanco y de mejillas rosadas, siempre que la profesora le hacía una pregunta mis ojos se dirigían al asiento que se encontraba diagonal a mi, donde se encontraba ella . La oía responder y la veía tomar asiento feliz porque la profesora había aprobado su respuesta con un: “muy bien”. Todos los días era lo mismo. Yo la contemplaba cautivado pero mi timidez no me permitía acercármele y en desfogue de esto cometía numerosas travesuras por las cuales mamá no me acompañaba a la puerta a la hora de entrada y me esperaba en una tienda, a media cuadra del “nido” en la salida. Mamá siempre fue atenta a todas las cosas en que pensaba (preocupantes o que me ponían feliz) pero esta era una excepción. Ni pensaba que su pequeño hombrecito ya estaba jugando con los temas del amor, pero una tarde, en la salida, una tarde que mamá no se encontraba en la tienda si no que estaba conversando con una amiga, se percató de mi desvío de mirada hacia el lugar por donde se alejaban la niña de cabellos ondulados y su madre. Mamá comprendió en el acto lo que pasaba y al día siguiente, antes de que partiera hacia la entrada, sacó de su bolso una cajita de plástico que en el interior tenía una flor. La introdujo en mi mochila y dijo: “se la darás cuando estén en el recreo. No le digas nada tan sólo dásela y espera”. Las indicaciones de mamá eran específicas y esto me había dado algo de valor pues siempre que hacía lo que me decía mamá las cosas salían bien. Claro que hasta ahora esto no había sido puesto a prueba en los temas amorosos. Pero bueno ya estaba decidido, espere paciente el recreo y cuando llegó espere un poco hasta que estuviera sola. Saqué la cajita de mi mochila y me dirigí hacia ella. Las manos me sudaban y el cuello del maldito mandil me apretaba más que nunca y me sentía más idiota aun con mí, aun más odioso, peinado de raya al costado. Me detuve frente a ella y le extendí la cajita. –Esto es para ti- le dije. Ella tomo la cajita y sacó del interior la flor que mamá había colocado cuidadosamente. Me sonrió y me beso la mejilla. Un “gracias” se escapo de entre sus labios y partió hacia otro lugar. Yo me quede parado un momento en el mismo sitio algo sonrojado pero reventando de felicidad. Luego de esto, empezábamos a intercambiarnos palabras y cada vez que ella me sonreía me sentía en el cielo. Meses después acabo la etapa del “nido” y ambos fuimos a colegios diferentes razón por la cual no la volví a ver.

Pero aun hay algo que también debo recordar de esa época de mi vida. Ese año hubo, también, otra niña en mi vida. Esta se ubicaba tres asientos detrás de mi linda niña y un asiento detrás de mí en diagonal. Era una niña regordeta de gafas redondas, como las de aquel músico británico que murió a manos de un fan en la puerta de su cuarto de hotel (perdón, por un momento vino a mi la melomanía interna). En los recreos siempre se iba hacia un rincón para comer lo que su madre le había enviado de lonchera. Era algo rara, hablaba con nadie y casi nunca participaba de los juegos a menos que la profesora, prácticamente, la obligara. Mi concepto de ella hubiese terminado ahí si es que no se me hubiese acercado un día a decirme: “te quiero”. Estas palabras me dejaron con un “y ahora ¿Qué hago?” en la cabeza. La piel se me había puesto como la de gallina, la niña era una cabeza más grande que yo y su cuerpo me doblaba en tamaño, una bofetada me hubiese tumbado al piso. Sin embargo, con toda la crueldad que, inconscientemente, puede tener un niño de cinco años, tres palabras salieron de mi boca en ese momento. “Tu eres fea”- dije, y me fui corriendo temiendo que la niña me tome de la mano y me golpe. Luego de ese incidente empecé a seguirla con la mirada, temiendo alguna represalia de su parte pero nada, continuó siendo la misma chica solitaria de siempre: de gafas, callada y regordeta. Cada cierto tiempo me pregunto: “que me hubiese aconsejado mamá en este caso”. Y siempre me respondo: “seguramente me hubiese dado una tremenda paliza por lo que dije”.

Sin embargo mamá ya no esta con migo y ahora yo, que ya se cosas de la vida como el romper un corazón y que correspondan al mío. Ya soy todo un hombrecito de siete años que esta listo para aventurarme en la vida, ¿verdad papá?

-Si hijo, tu madre seguro estará muy orgullosa de ti.

jueves, 2 de abril de 2009

La increíble historia del chico triste que hacia reír

Y con la desaparición de los naipes, luego de un flamear de fuego, el mimo daba por culminado su show. Los niños se despedían de el con una sonrisa, algunos acercándose, otros, más tímidos, de lejos con un vaivén de manos. Los padres dejaban unas monedas en la canasta agradecidos por las sonoras carcajadas sacadas por su cómico espectáculo y por el entretenimiento brindado a sus hijos y a ellos mismos.

El mimo recoge sus cosas una por una. Dejando espacio a los próximos expositores del arte de la calle que por un rato más se apoderarán de un espacio en la alameda Chabuca Granda, y divertirán a nuevos pasantes de este lugar tan concurrido.

Por hoy, para el mimo, sólo queda retirarse. La noche ya empieza a asomar y con ella recuerdos que prefiere olvidar. Olvidar, es imposible olvidar. Su mente lo recuerda aunque el lo niegue con toda la fuerza de su corazón. Esa traumática noche en la que su voz se esfumo. De pronto la imagen de un niño de siete años ubicado frente a la pantalla de su televisor, se le vino a la mente. Era el año 1994, recuerda, y el quedó paralizado ante la noticia que acababa de ver en el noticiero, fue algo completamente inesperado, toda su infancia se quebranto de porrazo. Es mentira -se dijo muchas veces- no puede ser cierto –repetía en su mente, pues su voz se había desvanecido y sus padres, al ver esta escena, se asustaron, lo abrazaron, pero ya no se podía hacer nada. De aquel niño alegre y travieso ya no quedaba nada.

(…)

Caminaba por el Jirón de la Unión de retorno a casa. De cuando en cuando se detenía a entregarles globos en forma de animales a niños, de esos que empiezan a llorar y sus padres no saben como detener el llanto. El mimo los entregaba y con una sonrisa calmaba el llanto de los pequeños y continuaba su camino.

(…)

Los padres del niño llevaron a este de inmediato al hospital, pero los doctores dijeron que el problema era meramente psicológico. Cualquier posible solución no estaba en sus manos darla. El niño entonces pasó por una infinidad de psicólogos quienes hurgaron dentro de sus pensamientos y todos concluyeron en que el silencio del niño se debía al trauma surgido por la noticia de aquel fatídico 13 de marzo de 1994. Los psicólogos trataron de ayudarle, le explicaron las cosas y, de alguna forma, estas palabras, si bien no hicieron que el niño vuelva a hablar, hicieron que creara una respuesta en reacción, una formula que le ayudara a superar su temor. Y desde entonces lo decidió. No quería que ningún niño sufra como el, la tristeza debería parar y el trataría de detenerla. Para esto el ya contaba con 18 años y fue entonces cuando lo decidió. Dejo los lujos de la casa un día de verano y, mochila a la espalda, inició su viaje a ninguna parte, el viento o guiaría.

(…)

Llegaba a la entrada de una casona vieja donde vivía en compañía de otros singulares personajes, malabaristas, payasos, ilusionistas, todos artistas callejeros y uno que otro integrante de un colectivo que se presenta en pequeñas carpas improvisadas cada cierto tiempo. Entrega los cinco soles correspondientes del menú del día a una anciana muy amable quien le entrega dos platos con comida hasta el tope. La anciana era como una madre para todos aquellos jóvenes y niños que por cosas de la vida habían caído en ese lugar. Converso con nuestro mimo por un largo rato, mientras este terminaba de comer. Luego se retiró y el mimo se adentró en la casona rumbo a su cuarto.

(…)

El joven había dejado una carta a sus padres contando sus planes y pidiéndoles, por favor, no buscarlo. EL joven conoció a diversas personas que al igual que el buscaban cambiar en algo lo que hasta ahora habían vivido. Aprendió. Convivió. Renació. Su viaje lo llevo por casi todo el Perú. Guías espirituales guiaron su alma y volvió a Lima completamente renovado. Cuando estuvo de regreso se reencontró con sus padres. Luego de una larga charla con ellos en su antigua casa, salió de nuevo a las calles a cumplir con la promesa que se había hecho. Desde entonces su nombre quedo en el olvido y sólo se conoció su arte, ese que generaba carcajadas de, inclusive, el más parco de los transeúntes.

(…)

El mimo, luego de un día de agotador se sentó en un mueble de su pequeña habitación y vio una hoja de periódico que se encontraba pegada en la pared. Una lágrima rodo por sus mejillas. Pero luego sonrió y dijo para sí: “Ya estoy devolviendo las risas que me regalaste”.

La hoja era del 13 de marzo de 1994 y hacía mención a la trágica muerte de Mónica Santa María, una de las animadoras de un programa infantil de los 90’s llamado “Nube Luz”.

viernes, 27 de marzo de 2009

llanto de un periodista

Me llamo Ricardo Estrada. Tengo treinta y siete años de edad, trece de los cuales las eh pasado registrando a través de mi cámara fotográfica: asesinatos, atropellos, suicidios, y distintos hechos vinculados a estos temas. Pues eso es lo que conlleva el ser fotógrafo de la sección de policiales de una de las cadenas de periódicos de más circulación en el país. El trabajo no es tan sencillo como muchos creen. Es decir, la mayoría piensa que tan solo se va, se toman las fotos y listo, pero no. Nuestra labor consiste en sacar la imagen que cause más impacto y si eso no se consigue en la misma escena pues el otro recurso es hablar con algún familiar de la victima, trabajarlo emocionalmente, hacer que llore, que se sienta impotente, y en ese momento captura esa sensación a través del lente. Suena cruel y deshumano, si, pero, acéptenlo, todas las personas en el fondo, eh inconscientemente, buscan este tipo de imágenes entre las hojas de los diarios.

Hoy es uno más de esos días, recorro junto al reportero de la nota y al chofer del auto las calles de Lima. El chofer un viejo que trabaja para el diario desde hace años. El reportero. Su nombre es Gustavo. Un chico de veintiocho años. Entro como practicante hace cinco años y luego de un tiempo se ganó la confianza como para poder actuar individualmente y con quien poco a poco nos hemos vuelto buenos compañeros, la pasamos bien conversando durante los viajes en el auto. Una vez llegados al lugar del hecho, cada uno sabe cual es su función. El reportero va con los oficiales para recoger los datos de mayor relevancia, mientras que yo me escabullo para acercarme al cadáver mover los periódicos o el plástico que lo cubran para poder tomar la imagen de mayor impacto. Luego ambos nos encontramos con la familia de la víctima y, mientras el los trabaja emocionalmente, yo captura cada uno de sus gestos, las primeras lágrimas, y si tenemos algo de suerte alguno se desmallará.

(Llamada telefónica)

-Aló,…si… y ¿dónde es esto?... aja,… oh, ya veo,… entiendo… Ok, estamos en camino.

Al parecer hoy cambiará un poco la rutina habitual.

-¿Era el jefe? – preguntó Gustavo.

-Pues sí. Choque múltiple en la av. Javier Prado. Tres muertos esta vez.

-Ja, al parecer hoy tendremos más trabajo.

Diez minutos luego de recibida la llamada llegamos a la escena del choque. Los bomberos aun estaban cortando los fierros de las combis que habían colapsado para poder retirar los cuerpos y salvar a algunos sobrevivientes. Disparo unos flashes rápidos a estas escenas a la espera de que ocurra lo que esta previsto se convertiría en primera plana del diario al día siguiente. Gustavo se acerca hacia donde se encuentran los oficiales para enterarse de los nombres de los fallecidos y en esta ocasión voy tras el. El oficial da los nombres y el momento esperado llega. Gustavo se queda paralizado unos segundos y luego corre hasta donde están los cuerpos de los fallecidos en el accidente. Destapa el cuerpo de uno de ellos y, en ese instante, rompe en llanto. El cuerpo de su hermano mayor yace inerte sobre el pavimento.

Las imágenes son el sueño de todo fotógrafo de policiales, así que es el momento de cumplir con mi trabajo.

La portada del día siguiente del diario se titula “llanto de un periodista”. La imagen: una donde Gustavo, manchado por la sangre de su hermano, se aferraba al cuerpo de éste, mientras dos bomberos trataban de alejarlo para calmarlo. Al interior del diario hay un extenso artículo donde se relata una crónica sobre el hecho y dando el más sentido pésame “a uno de nuestros más leales colaboradores” (citando un fragmento de un párrafo del artículo), pero obviamente no fue sólo un pésame. Fue una estrategia bien pensada por el director del diario desde el momento en que recibí la llamada, las indicaciones ya estaban dadas y este era el propósito final.

Luego de esto a Gustavo no se le vio por el diario. Lo último que supe de el fue que entro en un diario pequeño y ahora cumple pequeños recados para este.

¿Yo? Por lo pronto sigo en el diario con la misma función. Ahora al lado de un nuevo practicante a quien aun se le esta enseñando todas las mañas de este oficio. ¿Si me sentí mal por hacer eso a mi ex compañero? Pues… la verdad no.

viernes, 13 de marzo de 2009

final bajo el puente

Allá por los años 30, un hecho nunca antes visto en las calles de la Lima de entonces horripiló a los ciudadanos.

Al hotel Comercio, ubicado en la esquina del Jirón Carabaya con el Jirón Ancash (al lado de palacio de gobierno), habían llegado dos españoles Marcelo Ortiz y Sergio Gallegos, prósperos empresarios de aquel entonces que habían llegado a Lima en busca de pasar una temporada de excesos entre alcohol, drogas y prostitutas; disfrutando de las ganancias obtenidas por sus empresas. Tentados, además, por una por un posible negocio en la Lima de antaño que, para los empresarios españoles, se había convertido en toda una mina de oro.

El lugar escogido para pasar su temporada por Lima no podía haber sido mejor. El centro agrupaba a los empresarios de mayor éxito. Nobles paseaban por el Jirón de la Unión y las dos plazas que este une, eran los mejores contactos que podían hacer para incrementar, aun más, sus, ya de por si, abundantes bolsillos. También era un punto estratégico para disfrutar en grande pues aquí se agrupaban los mejores bares, puntos para encontrar a las mejores damas de compañía limeñas, que estaban listas para abalanzarse sobre sus gordas billeteras, ofreciendo a cambio su bella presencia y sus más exquisitos sabores.

Partieron, entonces, a recorrer cada una de las calles. Entraron a bares. Se hacían amigos de los señorones que frecuentaban los locales. Tomaban unos tragos. Cerraban algún trato y se iban. Por las noches frecuentaban los burdeles más prestigiosos de la ciudad, pagando altas sumas de dinero por la compañía de las más lindas chicas que laboraban en dichos lugares. Y, bueno su vida se había convertido en eso. Conversaciones y tratos con otros empresarios de día. Alcohol, drogas y putas en las noches, durante las cuales se producían los más grandes despilfarros de dinero. Pero, bueno, el dinero no era problema para ellos. Las empresas que manejaban les daban la suficiente solvencia como para no tener que preocuparse por lo que gastaban. Pero la ambición por querer obtener más y más es mayor que todo y eso les hace salir a buscar potenciales empresarios con los cuales cerrar nuevos tratos que les permitan obtener más ganancias y incrementar su ya, de por sí, abultada cuenta, y también esta ambición fue la causal de la ruptura de la amistad. De hecho la ambición se había estado apoderando de Sergio desde hace mucho antes de llegar a Lima, y ya había empezado a mover las fichas para quitar a su amigo y socio toda potestad sobre los bienes que ambos administraban para que el pueda quedar legalmente con todo lo que poseían y acusarle de malversación de fondos, llevándolo con esto tras rejas para siempre.

Paradójicamente, Marcelo, esa noche, le propuso celebrar por sus grandes éxitos dejando las putas y drogas de lado por esa noche, y simplemente emborracharse y conversar en el bar que se ubicaba debajo del hotel. El bar “Cordano”.

Bar visitado por empresarios y políticos, que no estaba preparado para los hechos que sucederían esa noche. Pero ni el bar “Cordano” ni el hotel “Comercio” estaban preparados para los hechos que acontecerían esa noche.

Marcelo y Sergio bajaron al bar y empezaron con lo que se convertirían en rondas y rondas entre piscos y cigarrillos, conversando de sus inicios, anécdotas y vanagloriándose de los éxitos conseguidos y burlándose de los otros empresarios que habían dejado en ruinas al abrirse camino en sus negocios, esos empresarios que ellos solamente veían como estorbos. Estorbo, en ese momento eso es lo que era Marcelo para Sergio, un estorbo más, el cual era cuestión de tiempo para que todas las empresas quedaran en su posesión y Sergio quede en prisión gracias a sus artimañas.

Eran las tres de la mañana y el local ya cerraba sus puertas. Los dos subieron a sus respectivas habitaciones. A la hora de esto Sergio despertó. Escucho un ruido por los pasadizos del hotel. Se levanto de su cama, abrió la puerta y vio el pasadizo completamente vacio. Regreso a su cama. Un rato después alguien golpeo a su puerta.

-Sergio, ¿estas despierto? –preguntó Marcelo tras la puerta.

-Pasa la puerta está abierta. ¿Qué quieres?, son casi las cinco de la mañana.

-Tenía que hablar contigo sobre algo. Eh estado pensando y creo que sería buena idea
separarnos y empezar a caminar por nuestro lado. Cada uno con nuestras propias ganancias y aventurarnos en nuevos negocios individualmente.

-De hecho, yo también eh estado pensando en lo mismo...

Mientras decía esto, Sergio levantó los ojos y vio como un hacha se dirigía hacia su cráneo.

-Pero luego pensé, ¿y porqué dividir los bienes si puedo tenerlo todo? –dijo Marcelo, mientras hundía una y otra vez el hacha en la cabeza de su compañero- de hecho yo eh hecho más para sacar a flote todos los negocios, tu sólo fuiste un costal con el que tenia que cargar por “amistad”. Pero sabes ya me canse de todo.

Luego de varios golpes con el hacha secciono en partes a Sergio, las metió dentro de un costal. Como aun era temprano y las calles de Lima estaban vacías y la densa neblina daba el camuflaje perfecto, Marcelo corrió por las calles llevando el costal los restos de su amigo. Paso por las barras que separaban al río Rímac, caminó hasta la orilla y arrojó los restos de su amigo. Marcelo calló sentado a las orillas y empezó a reír.

Años después un viejo que frecuentaba el bar “Cordano” contaba la historia de los dos empresarios españoles, que un día llegaron a Lima en busca de placer y mayor éxito en negocios pero una mañana aparecieron muertos. Uno a las orillas del Rímac, muerto de un balazo. Las investigaciones de la policía indican suicidio. El otro, varios metros más allá, enredado entre los arbustos dentro de un costal. Asesinado y cortado en partes. Y cerraba la historia diciendo que por fin Lima podía jactarse de “esos crímenes horripilantes y sabios que son moneda corriente en Londres, Nueva York, Berlín o Chicago”.

PD: Cuento inspirado en el asesinato real de Marcelino Domínguez a manos de su socio Genaro Ortiz. Mencionado en el libro de Rafo León. “Lima Bizarra”

lunes, 23 de febrero de 2009

y otros cuentos...

El jardín del Edén fue el lugar más perfecto que existió alguna vez en la tierra y dejo de ser perfecto cuando a Dios se le ocurrió crear al hombre. Desde ese momento Dios también lo sintió, no era seguro fiarse de el hombre y por eso en un lugar secreto, muy alejado de donde habitaban Adán y Eva, construyó un lugar único, un bosque, hecho para que sea el más perfecto sobre la tierra y nadie pueda ninguna persona pueda encontrarla nunca.

En este lugar secreto habitaban todos los seres (excepto los humanos obviamente) libremente y de todo el lugar la reina era la felicidad quien paseaba por todos los rincones del lugar ofreciendo sus dones a todos, y todo era armonía en dicho bosque.

Pero un día, porque siempre llega “el día” en los cuentos, una visita inesperada llegó desde fuera del bosque. No se traba de algún humano, pues Dios había tomado todas las precauciones para que ellos no lo encuentren. Pero desde que Ellos (nosotros) fueron (fuimos) condenados, desde ese momento la muerte fue creada. Y esta muerte empezó a vagar por todos los rincones de la tierra hasta que llegó al bosque secreto. Se sorprendió al ver un lugar único sobre la faz de la tierra, un lugar libre de todo mal. Pero la muerte tenía una misión, cumplir el ciclo de la vida con el fin de la misma. Se internó dentro del bosque pasando desapercibida para todos.

Al día siguiente, la felicidad paseaba de mañana por el bosque en sus caminatas habituales, cuando diviso a lo lejos un tumulto de animales agrupados. La felicidad se acerco y observo una escena nunca antes vista por el bosque. El señor castor estaba tendido en el suelo muerto. Nadie sabía como reaccionar. Nadie sabía que estaba pasando, ni que significaba eso. No reaccionaban, tan sólo permanecían de pie frente al cuerpo del castor.

AL final todos se dispersaron y la felicidad (también con el rostro desencajado) se llevo el cuerpo sin vida del castor y no se la vio durante algunos días. Pero durante esos días se conoció a alguien nuevo a parte de la muerte en el bosque, pues de ojos del hijo castor cayó una lágrima, y de esa lágrima nació la tristeza.

Cuando la felicidad volvió se encontró con que la tristeza se había esparcido rápidamente y ahora oscurecía la luz que siempre había estado presente en el bosque. Durante algún tiempo la felicidad y la tristeza convivieron en el bosque, de alguna forma, en equilibrio. Pero (nuevamente) un día, por que siempre llega “el día” en los cuentos, una mancha apareció en medio del bosque y la felicidad, inquieta desde la llegada de la tristeza, advirtió a todos de no acercarse a la mancha, evitarla bajo toda circunstancia.

Pero alguien ignoró estas indicaciones y con una rama hincó, curiosamente, la mancha y de esta brotaron la ira, los celos, la ambición y una infinidad de males que se empezaron a regar por todo el bosque. La felicidad sentía que perdía terreno rápidamente y los males terminaron de oscurecer el bosque completamente.

La felicidad, al ver esto, tomo una decisión. Se marcho del bosque decidida ha evitar que pase con la tierra lo mismo que pasó en el bosque y repartiendo sus virtudes a todo aquel ser que los necesitara.

PD1: No soy muy creyente de Dios, o por lo menos no del que pinta la iglesia, pero si creo al humano a su imagen y semejanza… Dios también la puede cagar ¿no?

PD2: La frase “porque siempre llega “el día” en los cuentos” es en honor a Francois Valleys cuentista que hace poco acabo de descubrir. Y altamente recomendable.
PD del PD2: Siempre me pareció que eso de “en honor” era un eufemismo para evitar decir me copié. Lo sostengo.

viernes, 13 de febrero de 2009

El último 14

Se acercaba la hora del encuentro con mi chica y ya estaba listo para ello. El plan estaba pensado ya desde hace dos días y yo repasaba paso a paso lo que debía hacer. Partí rumbo al lugar de encuentro y llegué a la hora en que acordamos (una costumbre, que más que costumbre se ha vuelto manía) y como en todo encuentro con ella tuve que esperarla unos minutos más.

Al llegar, Gabriela estaba linda como siempre, me lanzó una mirada pícara y mientras sus dedos jugaban con su cabello preguntó: ¿y a ti que te dio por salir hoy?, ¿no quedamos en que no saldríamos nunca en esta fecha?

La tomé por la cintura, le hice unos cariños y dije: Tengo mis razones, además entre estar en casa aburriéndome con los programas basura de los sábados en la noche, y pasar toda la noche de hoy contigo es más que obvio que prefiero lo segundo. Y para añadir algo ya tengo planeado una velada que ambos podamos disfrutar, y disfrutaremos lo prometo.- Y la bese como la primera vez que nos besamos. Torpemente sensual.

Luego de una obra de teatro y unos tragos en nuestro bar favorito, partimos rumbo a donde por fin podríamos liberar toda la pasión que llevábamos internamente y consumar totalmente nuestro amor. La habitación, que ya había sido separada desde hace unos días, era amplia y con el toque de armonía que esperaba encontrar. Entramos a la habitación. Mi chica dejo su cartera en una silla y se dirigió al baño, seguramente a retocarse más pese a que para mí ya estaba guapísima. Yo tan sólo opte por echarme en la cama pensar en las cosas que vendrán luego de esto.

Ella salió y se hecho en mí, nos quedamos mirándonos fijamente un rato y luego apoyó su cabeza en mi pecho.

De un momento a otro empezamos a besarnos lenta y cariñosamente y luego acelerábamos a medida que el tiempo avanzaba y la ropa iba quedando de lado una a una hasta que nuestras pieles se juntaron. Yo la besaba toda deteniéndome un poco más en sus senos. Siempre me gustaron sus pechos, lo blandos que eran y lo bien formados que estaban. Mis manos los presionaban con delicadeza mientras ella se contorneaba sobre mí logrando una penetración perfecta.

El sol de verano empezaba a asomarse y caía en nuestros rostros. Yo me desperté casi al instante y empecé a vestirme. Me acerque a Gabriela por su lado de la cama, le di un beso en la cabeza, acomode su cabello y le dije: Bueno, creo que nuestra historia termina aquí.
Ella me miró con cara de confusión. –De que hablas- Preguntó.

-Lo de anoche fue la despedida. Quería que ambos quedáramos con un lindo recuerdo de lo que tuvimos y espero que en tu caso haya funcionado, pues yo de verdad la pase muy bien.

-Pero, ¿Por qué así, tan repentinamente?

-El martes te vi con Daniel. Los vi besarse. –Por la expresión que puso, supuse que no lo negaría, por lo que continué.- Sabía en lo que me metía si empezaba una relación contigo. Total ya te conocí así desde un principio, y pese a que me dijiste que te habías enamorado de mí y que no pasaría eso si empezábamos algo, siempre me quedó el temor.

Pero no te preocupes. Rencor no hay. Quizá algo de tristeza pues hubiese preferido que terminaras con migo y vuelvas a tu vida de antes, a que retomes esa opción a mis espaldas. Pero, en fin. Aun te guardo un gran cariño y espero que volvamos a ser tan sólo los amigos de antes.

Además, hoy 15 de febrero cumple ya veinte años, así que es un buen momento para volver a empezar desde cero, ¿no lo crees?

Le sonreí, le di un beso más en la frente. Ella me tomo de la mano, se levantó de la cama, me dió un beso en la boca. Dijo: Feliz cumpleaños. Le volví a sonreir y me retiré mientras que en mi Mp3 sonaba una de mis canciones favoritas de “La liga del Sueño”

“… que corazones destrozare, que mentiras debo sostener…”

viernes, 30 de enero de 2009

Conversación en el bus.

Día cansado luego de una entrevista de trabajo que, luego me enteraría, no serviría de nada. Me encontraba de pie en el paradero esperando, ya por más de diez minutos, al bus que me regresara a casa. Espera que, como ya es habitual por estos días, se convierte eterna por los trabajos en las calles que realiza la municipalidad. Las cuales habrá que aguantar por algún tiempo más esperando que los resultados sean satisfactorios.

Unos minutos más y por fin, a lo lejos, la silueta roja y el número cinco en la esquina superior derecha de “El Rápido” bus al cual esperaba se divisaba sacándome un suspiro de alivio.

Los asientos estaban totalmente copados, por lo que no me quedo otra cosa que ir de pie mientras esperaba, con la ilusión que tiene un niño antes de abrir su regalo de navidad, que alguno de los usuarios de aquel transporte llegara pronto a su paradero y desocupase alguno de los asientos para poder por fin reposar mi cuerdo agotado por el incandescente calor que nos acompaña por esta temporada a los que habitamos esta parte del globo terráqueo.

Siempre me han parecido raras (y extremadamente heroicas) las personas que lo gran dormirse de pie en situaciones similares por las que yo paso ahora, sin embargo ahora ya los entiendo, en este momento el sueño era insoportable, podría cerrar los ojos en cualquier momento y empezar con algún sueño (de esos confusos que suelo tener) sin darme cuenta y de un momento a otro. Para evitar la vergüenza que me generaría esto trato de distraerme observando por la ventana, observo de principio a fin el interior del auto e incluso presto atención a las palabras de uno de estos vendedores de caramelos que suben a los carros, que finalmente baja maldiciendo su suerte de no haber vendido un solo caramelo y mentando la madre a no se que persona, corroborando con esto que aquello de que tenía una hija enferma y demás historia gastada era una falsedad para capturar la bondad de algún incauto.

Me encontraba sumergido en estos pensamientos cuando una imagen curiosa apareció en mi mente. Me parecía un recuerdo fresco. El rostro de un tipo con gestos marcados y expresión algo dura se dibujaba en mi mente y esto me hizo retroceder instintivamente a los asientos posteriores del bus. Ahí, sentado junto a la ventana se encontraba aquella persona que había aparecido repentinamente en mi mente. Me miro e hizo un ademán de saludo con la cabeza Me acerqué hasta él y me senté en el asiento de al lado que (no me había dado cuenta antes) se encontraba libre.

- Hola –dije-disculpa, ¿te conozco de algún lado? Creo a verte visto antes.

- Es probable -contestó- pero de eso hace mucho tiempo.

- Pero es bastante raro, siento como si hubiésemos sido muy cercanos y a los buenos amigos me resulta difícil olvidar.

- ¿Y quien dijo que yo fui tu amigo? En el pasado tú fuiste yo.

- ¿Eh?, ¿de que estas hablando?

- ¿Has soñado algunas veces que estabas inmerso en una guerra? –Preguntó- , y más aun, ¿has sentido que, cada vez que matabas, te sentías bien? – Y, mientras preguntaba, formaba una sonrisa algo macabra y me lanzaba una mirada penetrante.

Me puse a pensar y recordé aquellas escenas de lucha contra desconocidos de las cuales, con un valor improbable en mí, salía victorioso. Recordé haber regodeado en al lado de los centenares de cadáveres, que luego de cada batalla, eran amontonados y quemados por mí y los de más miembros del ejercito al cual supuestamente pertenecía. Estos sueños son recurrentes, y siempre me dejan en la duda de porque los tengo si yo, cobarde como soy, siempre eh evitado las peleas desde muy pequeño.

- Pero, ¿tú como sabes eso?

-Ya te lo eh dicho. Yo fui tú, y tú en algún tiempo pasado, fuiste yo. Mira por la ventana. ¿Lo recuerdas?

Tras la ventana ya no se veían las calles de Lima, en vez de eso ahora el paisaje era el de una ciudad destruida, construcciones probablemente del siglo XV o XVI ahora sumergidas en una total fatalidad. Empecé a sentir nauseas al ver a los alrededores personas desangrando, algunos mutilados por efectos de alguna explosión.

- ¿Dónde estamos? –Pregunté casi sin poder respirar - ¿que es este lugar?

- Lo que de verdad te deberías preguntar es ¿cuándo estamos?

- …

- Estamos en el año 1945. Segunda guerra mundial. Nos dirigimos a nuestro próximo enfrentamiento sonde podremos, una vez más, disfrutar al seguir matando a esos mierdas que osan encararnos.

- ¿De qué hablas?, probablemente a ti te guste toda esa crueldad pero…

- … ¡Pero nada! –Interrumpió abruptamente- ya te lo eh dicho una y otra vez tu fuiste yo. Yo soy tu vida antes que reencarnaras en el cobarde tipo que eres ahora. ¿Ya no lo recuerdas?, disfrutábamos matando y torturando al enemigo, regodeándonos al lado de su cadáver, siguiéndonos burlando de aquellas a los que habíamos asesinado por medio de disparos o por un certero cuchillazo en el cuello que era la sensación más deliciosa ya que podíamos sentir el cuchillo perforando lentamente hasta ser hundido completamente, y viendo a nuestro contrincante desangrarse poco a poco.

- ¡Ya cállate!, ¿que mierda es eso que dices? Eso no es cierto, y lo sabes. Yo jamás disfrutaría de aquello que hablas.

- Todo lo que digo es verdad y lo sabes. Los sueños no son simples alucinaciones de tu sub-consiente, también hacen que recuerdes tus vidas pasadas. Muy en el fondo aun eres un maldito sádico.

Sin poder contenerme me abalance sobre mi antiguo yo, dándole golpe tras golpe y bañando, así, mis manos de sangre, y viendo la sonrisa de de este tipo al que tenía en frente como diciéndome: “Lo ves, este eres tu. Es tu gozo por ver sangre. Es tu violencia interna.”

- Esto era lo que necesitabas dijo –dijo- mi misión esta cumplida. Ahora es momento de que bajes del bus.

Mis ojos se abrieron de golpe y reconocí las calles del centro de Lima por las que ahora pasaba, me levante un poco del asiento recorriendo el bus con la mirada, en busca de ese rostro de mi sueño. Llegué al paradero. En el camino choqué con un tipo el que me miró mal. Me disculpe, y seguí mi camino como el tipo tímido que soy.

martes, 6 de enero de 2009

yo, señora

Apenas empezado el año y con bastaaaaaaaaaaante tiempo libre se me ha dado por ver diversas series de las que siempre escuchaba hablar pero nunca enganchaba el horario o simplemente se me olvidaban y las pasaba por alto. Dos series son mis predilectas y siempre las veo. House: cuenta la vida de un amargado doctor cuyas dos especialidades son diagnosticar los casos más raros y desconfiar abiertamente de la gente, pero su genialidad en la medicina lo vuelven necesario razón por la cual nunca es despedido de su trabajo pese a ser adicto al vicodin (droga medica que ayuda a clamar el dolor). Héroes: Que relata las aventuras de diversos personajes que obtienen poderes a través de un virus y (como en toda historia estadounidense) deben salva a la tierra de fuerzas malignas.

Pero ahora estoy empezando a ver nuevas series, ya son el caso de friends (cuyos capítulos sólo veía muy rara vez), nip/tuck buenísima desnudando a las personas y mostrándolas en su más inmunda miseria emocional, Terminator: las crómicas de Sara Connor (que recién estoy empezando a ver) y algunas más, a parte claro de mi ya conocido gusto por los animes.
Pero, incluso un poco antes de año nuevo, un disco traído a casa por mi hermano me llamó la atención. El titulo: “escalera al cielo”.

Tele llorona coreana que realmente engancha así no se tenga una cultura habida de ver este tipo de programación. Capítulo a capítulo la personajes de la historia iban tomando diferentes camino y poco a poco las horas que tomaba diariamente para terminar de ver la novela iban aumentando. Sin darme cuenta mi hermano (que aun no había terminado de verla) empezó a tomar su lugar en la sala y, a punta de jugos de fruta y galletas saladas (que son las que me encantan), empezamos las maratónicas sesiones de “escalera al cielo” bien capitulo a capitulo tan sólo deteniéndonos a comer y ayudar con algunas cosas en la casa, que además contribuían a sentirme todo una vieja de rulos y con delantal puesto

Pero ya la novela termino, y por cierto en buena semana pues vuelven los nuevos capítulos de Héroes y Doctor House (anteriormente mencionadas) así que seguiré formando mi figura en el sillón de la sala, acompañados además de algunos libros que (definitivamente) nunca están de más.

PD: si alguien sabe donde puedo conseguir las series “Joan of Arcadia” y/o “Odisea 5” avíseme porfa xD
 


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