miércoles, 22 de octubre de 2008

Mabel

La noche ya había caído sobre la ciudad y, luego de un disque trabajo para una exposición del día de mañana, me enrumbaba con unos amigos hacía el malecón del Callao. Era la primera vez que vería el mar a esas horas de la noche y desde que surgió la idea el entusiasmo me abrumo. Lata de Pilsen en la mano caminábamos cuesta arriba hablando de cosas del salón de clases de su gente y demás cosas que no vienen al caso explicar en este post (ni en ningún otro francamente).
La oscuridad se veía a lo lejos y el entusiasmo inicial se acrecentaba a cada segundo, la brisa rozaba la piel y esa sensación inexplicable que te hace sentir la presencia del mar empezaba a aflorar. De un salto traspasamos el muro que nos separaba del malecón y caminamos hasta el borde del precipicio.

La sensación: Brutal. Una vista mágica que era envuelta de misterio por la oscuridad de la noche y, a lo lejos las luces de Larcomar hacia pensar estar viendo una ciudad lejana desde algún punto desolado fuera de Lima. Ni siquiera el penoso colector que desemboca en San miguel (y que era camuflado, felizmente, por la oscuridad) arruinaba la escena.


Decidí, pues, acercarme un poco más al borde para contemplar el estrellar de las olas sobre la orilla cuando de pronto una imagen capturó mi atención. Una niña de vestido blanco brillante caminaba al borde de la orilla con la vista fija en el horizonte. Sus pies aunque hacían contacto con el agua no llegaban a mojarse. Finalmente su cabello, que junto a la brisa del mar interpretaban una danza mágica al compás de las olas. A pesar de la distancia que nos separaba pude ver claramente su rostro, se me hacía familiar. Busqué en mis pensamientos tratando de recordar a aquella niña que de pronto se detuvo y dirigió su mirada hacia el punto donde me encontraba.


De pronto lo recordé. En un sueño, una niña caminaba delante mío y una mujer que llevaba del brazo. No cabía duda, la niña que ahora se paraba a orillas del mar y me miraba fijamente, era la pequeña que en aquel sueño era mi hija. Pero… ¿Porqué razón se presentaba ante mí?, ¿qué significaba su presencia en ese lugar, en ese momento? La niña me continuaba mirando serenamente, sonriente como si esperara que hiciese algo. De pronto volvió la mirada al mar se sentó en la orilla y poco a poco su imagen fue desvaneciendo.


Volví en mí y mis amigos continuaban en su charla, ninguno parecía haberse percatado de la presencia de aquella niña y, es más, lo que a mí me pareció un tiempo prolongado, en realidad habían sido tan sólo unos pocos segundos. La cerveza se acabó y todos tomamos el camino de vuelta conversando de las mismas trivialidades iníciales.


Una vez echado en mi cama se me vino a la mente (una vez más) la imagen de aquella niña. Recordé esa sonrisa y esa mirada que, por un instante, me brindaron paz… Paz. Desde que me recordaron el tema de que no he tenido enamorada no dejaba de hacer incontables interrogantes respecto a ello (por momentos incluso temía que me preocupara demasiado por ello) y, ahora, luego de recordar aquella mirada lo entendí todo. La presencia de mi hija fue para brindarme paz, tomar las cosas con calma y recordar mi real objetivo: simplemente amar.

PD: Mabel, posible nombre de mi hija.

miércoles, 8 de octubre de 2008

19-7-23

Ya van 19 años, 7 meses y 23 días desde que inicié la aventura de mi vida. En todo este tiempo de mi viaje me han sucedido in numerables situaciones dignas de recordar, no las contare en este momento pues no quiero explayarme demasiado (no es una de mis cualidades).
El motivo de este post es que últimamente me esta dando vueltas por la cabeza esa idea extraña de tener enamorada.
Como muchos sabrán (pues no es algo que me avergüence) a estas alturas de mi vida no he tenido enamorada, ya que nunca he tenido la necesidad de pasar por aquello de declararme. Claro esta que siempre han existido, existen y existirán numerosas musas que ocupan grandes espacios en mis pensamiento pero que aun no encuentro la que se vuelva parte fundamental en mi vida, al menos que una de las que existen ahora se conviertan a futuro en mis musas definitivas.

Estos pensamientos nunca vienen por cuenta propia siempre hay gente que me lo recuerda preguntándome (como si fuera un gran mentiroso) una y otra vez ¿de verdad? ¿Nunca has tenido una enamorada? Esto a veces me hace pensar que el tener enamorada se vuelve una obligación en algún punto de la vida, y ahora que me pongo ha pensar, tal vez es esa una de las causas por las cuales nunca la tuve.
En la temporada que pasé en el colegio probablemente hubiese tenido algún intento de formalizar algo, pero el sentirme presionado por amigos y amigas de entonces me hicieron desistir de aquella idea y jurarme el no tener enamorada todo ese tiempo (cosa que cumplí). Claro que, también, si la tenía por aquellos días no iba a ser una cuestión de tener el afecto necesario sino más bien de una suerte de aventura para conocer ese extraño mundo que te lleva a someterte a numerosas reglas que, si lo analizo, no estoy dispuesto a seguir.
Luego vinieron días de coqueteos miradas y demás emoticons pero que no pasaron más allá de ello pues mis pensamientos estuvieron en otros rumbos, no simplemente la idea de ingresar a la universidad sino el darle un rumbo definitivo a mi vida, el pensar en que esta a mi disposición, que estoy dispuesto a hacer y en que me voy a centrar (cosa que hasta la fecha aún no tengo claro).

Así llegue a donde estoy ahora y los días pasan, pasan y pasan y yo sigo en lo mismo (con relación al tema central de este post por si pensaron que me desviaría en relación a las últimas líneas).
No sé si mi primera relación formal surja dentro de la universidad, fuera de ella o sea un retorno desde algún punto del planeta. Lo único que se es que no quiero sólo experimentar, saber que se siente, no lo voy a dejar al azar, tampoco lo buscaré pues considero que cosas como esas llegan solas, esperare a que de algún punto del oscuro horizonte que divisé en el malecón del callao hace unos días (y que usare para narrar algún cuento en el futuro) aparezca una luz que me haga vivir eso que deseo con tanto anhelo. Esperare enamorarme, esperare amar.
 


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